sábado, 11 de enero de 2025

El convento del siglo XVIII escondido en uno de los barrios más polémicos de Barcelona: ahora es un hotel con un patio modernista

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Patio del Hotel Peninsular

Patio del Hotel Peninsular

Barcelona está llena de secretos. Edificios que parecen una cosa en realidad son otra, como una aparente barbería que esconde un club nocturno o teatros reconvertidos en discotecas. Lo que tanta gente no sabe que hay hasta un convento reconvertido en hotel.

Con el nombre actual de Peninsular, este alojamiento situado en el corazón del Raval es mucho más que un hospedaje cualquiera. Allí dentro todavía se respira los aíres monásticos e incluso las reformas de estilo modernista que hacen de su patio un lugar hipnótico.

Un convento Agustino en el centro

La historia del Hotel Peninsular se remonta al siglo XVIII, cuando el edificio albergaba un convento de frailes agustinos. Allí vivieron y convivieron los religiosos que prestaban un servicio a la comunidad. Claro que el tiempo pasa, las costumbres cambian y los locales se adaptan a las necesidades de la población. Pero también las guerras.

El edificio comenzó su vida como convento en 1730, construido por la orden de la citada orden religiosa, tras la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión. A pesar de su relevancia, el convento sufrió graves daños durante los disturbios de 1835

De convento a restaurante

El golpe fue un punto de inflexión para los religiosos, que se fueron de allí. Décadas después, en 1868, el edificio se convirtió en el restaurante Great Inn Peninsular, dirigido por Prudenci Bros, quien había sido chef de Isabel II

Finalmente, entre 1875 y 1877, se transformó en hotel bajo la gestión de cinco socios italianos liderados por Francesco Totti, un antepasado del famoso futbolista italiano. Poco a poco, empezó a resurgir.

Interior del Hotel Peninsular

Interior del Hotel Peninsular HOTEL PENISULAR

Triunfo como hotel

Durante la Exposición Universal de 1888, el Hotel Peninsular vivió su época dorada, atrayendo a visitantes gracias a su ubicación céntrica y a la calidad de sus servicios. En ese entonces, las habitaciones eran sencillas y acogedoras, respetando la estructura original del convento. 

Siempre conservando su esencia histórica mientras se adapta a los tiempos modernos, el hospedaje se ha convertido en una señal de identidad y resistencia. Uno apenas lo diría cuando pasa frente a su puerta, pero en su interior se conserva un tesoro arquitectónico sin igual.

Un patio modernista

Cuando uno pasa las puertas de entrada, queda boquiabierto por el fascinante patio interior modernista que hay allí. Una joya arquitectónica que combina elementos históricos con un encanto atemporal. 

Este patio, cubierto por una gran claraboya que permite la entrada de luz natural, es el corazón del hotel. A su alrededor se disponen tres plantas con galerías abiertas, balcones con barandillas y un diseño que evoca épocas pasadas. 

Patio del Hotel Peninsular

Patio del Hotel Peninsular 

La fuente central, las jardineras repletas de plantas colgantes, el suelo de mosaico hidráulico en blanco y negro y el mobiliario de hierro con detalles de mármol completan un escenario que transporta a los visitantes a otro tiempo y a otro lugar. La atmósfera de calma y serenidad, contrasta con la vibrante vida del barrio del Raval que queda al otro lado de las puertas.

Su estilo es tan característico que en más de una ocasión ha sido escenario de rodajes. De hecho, sus actuales dueños ofrecen este rincón para alquilar, a sabiendas de que es un espacio tan característico que puede atraer a cineastas, realizadores, músicos, bandas y anunciantes.

Un pasadizo secreto

El patio no es el único secreto que esconde este hotel. Más allá de que sus habitaciones conservan buena parte de la esencia de los dormitorios de los monjes del convento, hay otro lugar único.

El Peninsular también guarda en su interior un pasadizo subterráneo que conectaba el antiguo convento con la vecina iglesia de Sant Agustí. Hoy está tapiado, para que nadie pueda vandalizarlo, pero sigue intacto, recordando su utilidad y pasado religioso.

Un hotel familiar

Hoy, el Hotel Peninsular es un hotel familiar. De hecho, lo sigue siendo gestionado por Silvia y Àlex, la tercera generación de propietarios de la familia Herrero-Catalán que lo hicieron suyo en 1912. Ambos defienden el edificio de la especulación inmobiliaria y de cualquier acción vandálica. 

Ellos son ahora los encargados de conservar el espíritu del convento original, pero sin olvidar las necesidades de sus clientes del siglo XXI. Así, las habitaciones, que alguna vez fueron celdas monásticas, ahora cuentan con conexión Wi-Fi, calefacción, aire acondicionado y baños privados, garantizando una estancia confortable para los huéspedes. 

Pasado y presente

Todas estas habitaciones dan al fabuloso patio modernista y su decoración está cuidada hasta el último detalle. Techos bajos con vigas de madera, suelos de baldosa y un mobiliario austero, rememoran su pasado religioso y son sus señas de identidad distintivas.

Además, para aprovechar el clima, el hotel ha abierto su terraza a los huéspedes. Desde allí, los turistas pueden disfrutar de una vista impresionante de los campanarios de Barcelona, desde la catedral hasta la iglesia del Pi. Todo, frente a uno de los mayores teatros y templos de ópera de la ciudad, el Liceu.

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