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El lugar de fantasía que te permitirá explorar la parte más indómita de los Pirineos desde la falda de un monte considerado Patrimonio de la Humanidad.
Cuando se escucha por primera vez en nombre de Monte Perdido, uno imagina una montaña solitaria al final de un acantilado, rodeado de un paraje al más puro estilo de Avatar -o, como mínimo, del ‘live action’ de Tarzán- en el que la vista se nos va al cielo y empezamos a sentir ese cosquilleo en el estómago. No tiene por qué estar de acuerdo todo el mundo, claro. Pero enclavado en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el Valle de Añisclo, un enclave situado en la puerta de los Pirineos, es uno de esos lugares que cuenta con muchas papeletas para convertirse en un gran favorito de los amantes de la naturaleza.
Su cañón, tallado durante milenios por la fuerza del río Bellos, se abre paso entre paredes de roca caliza y bosques exuberantes, creando un ecosistema único que invita al visitante a desconectar y sumergirse en la grandeza de la naturaleza. Este rincón del Pirineo aragonés es mucho más que una simple ruta: es una ventana al pasado geológico y un refugio para la vida silvestre.
La combinación de cascadas, toboganes naturales y una flora que se abre paso en las condiciones más inhóspitas lo convierten en un paraje ideal para quienes buscan aventura y serenidad a partes iguales. Pero no es solo la ruta lo que atrae: los pueblos cercanos, con su arquitectura tradicional y su oferta acogedora, completan una visita que promete dejar una huella imborrable en el recuerdo de los viajeros.
Sinfonía de cascadas y paisajes
La ruta principal del Valle de Añisclo comienza cerca de la ermita de San Úrbez, un pequeño templo románico que marca el inicio de una travesía prometedora y que puede adaptarse a todos los niveles. Desde pequeños paseos de monos de una hora hasta verdaderas caminatas para todo el día. Es allí donde el sendero se adentra en el cañón de Añisclo, un impresionante valle de origen glaciar. Durante el recorrido, el sonido del agua y la sombra constante de los acantilados acompaña al caminante junto a los pequeños saltos de agua que tienen lugar en el cauce del río.
La Fuen Blanca es precisamente uno de los puntos más destacados del trayecto. Se trata de una impresionante cascada que brota directamente desde las alturas del Pico de Añisclo, un paisaje sorprendente no solo por su belleza sino también por el contraste que crea con el paisaje árido y rocoso de las montañas circundantes.
La ruta continúa serpenteando entre tramos más abiertos, donde los bosques tupidos, como la Selva Plana, se convierten en un oasis de vida vegetal, y otros más estrechos, donde el cañón parece desaparecer en su propia verticalidad.
La excursión más recomendada es la que parte desde el parking de la Tella, recorriendo 25 kilómetros hasta llegar al barranco de la Fuen Blanca, pero el recorrido puede adaptarse a diferentes niveles de dificultad, desde paseos tranquilos hasta recorridos más exigentes. Los más experimentados, podrán incluso extender la caminata hasta el tramo final del río Bellos, cerca de Escalona, donde presenciarán cómo el cañón se transforma en un valle más amplio, ideal para disfrutar de un merecido descanso tras horas de caminata.
Pueblos con encanto desde donde explorar Añisclo
Para quienes deseen explorar el Valle de Añisclo con calma, los pueblos cercanos ofrecen buenas opciones de alojamiento que además permiten descubrir su encanto particular. Y es que sería una pena estar en los Pirineos sin hacer una parada en alguna de sus villas, como es el caso de Aínsa. Este enclave medieval de Aragón fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1965 llegando a ser Capital de Turismo Rural en el año 2018. Sus calles empedradas y su plaza mayor son ideales para pasear al atardecer, mientras que su oferta gastronómica, basada en productos locales, es perfecta para reponer fuerzas después de una larga caminata.
Sin embargo, aquellos que estén solamente interesados en recorrer el cañón, les quedaría mejor parado el pequeño pueblo de Fanlo. Con su arquitectura tradicional de montaña y su tranquilidad absoluta, el lugar ofrece un acceso más directo a las rutas del Parque Nacional, además de ser ideal para quienes buscan un entorno auténtico y más apartado. Las vistas desde el mirador cercano son un espectáculo en sí mismas, con las montañas pirenaicas como protagonistas.
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