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Cada año, miles de visitantes se congregan en las ruinas más importantes del poderoso imperio jemer para presenciar un fenómeno único. Entonces, el misticismo se apodera, con más fuerza que nunca, del corazón de Camboya.

Dos veces al año, el día y la noche tienen la misma duración, dando significado a la palabra “equinoccio”, del latín aequinoctum (noche igual). Las dos únicos verdaderos momentos en los que el sol sale exactamente por el este y se oculta por el oeste. Ocasiones especiales que, desde tiempos inmemoriales, han marcado la religión y la cosmología de muchas civilizaciones que impregnaron sus conocimientos a la hora de levantar majestuosas construcciones. La pirámide maya Kukulkán de Chichén Itzá, los templos de Mnajdra en Malta, las pirámides de Giza en Egipto o los templos de Angkor, en Camboya, son ejemplos de ello, desvelando asombrosos fenómenos naturales que atraen a miles de visitantes y devotos. Una emocionante demostración de que el equinoccio, que este año tiene lugar el jueves 20 de marzo a las 3:01 de la mañana, marca mucho más que el inicio de la primavera.

El legado de los jemeres
En la provincia camboyana de Siem Reap, conocida por los impresionantes templos que salpican su jungla, se encuentra el más grande y mejor conservado, Angkor Wat. Levantado en el siglo XII por deseo del rey Suryavarman II, estaba dedicado a la deidad hinduista Vishnu, aunque años más tarde pasó a convertirse en un importante centro budista. Este colosal parque arqueológico, Patrimonio de la Humanidad desde 1992, es considerado el mayor monumento religioso del mundo.

Sus intrincados bajorrelieves, las detalladas torres o los corredores que comunican sus distintos edificios demuestran la destreza de los jemeres y su profundo conocimiento de la astronomía. Aunque, si aún un punto donde la aplicación de esta ciencia se hace más evidente es en la torre central del templo, durante el amanecer del equinoccio de primavera. En este momento, el sol emerge exactamente sobre la torre central del templo, alineándose con una precisión milimétrica e iluminando los relieves esculpidos en la piedra. Para contemplarlo en todo su esplendor es necesario situarse al inicio del puente que comunica la entrada con el templo.

El significado de este curioso fenómeno va más allá de la astronomía. Los templos de Angkor no eran simples lugares de culto, sino que representaban el sagrado monte Meru, la morada de los dioses en la cosmología hindú, por lo que se cree que la disposición de Angkor Wat venía a simbolizar la conexión entre el mundo terrenal y el divino. La tierra y el cielo unidos por medio de un extraordinario espectáculo cincelado en estrecha colaboración entre la naturaleza y el hombre.

Más allá de Angkor Wat
Siem Reap alberga otros templos igual de impresionantes. Desde Bayón, conocido por los 216 rostros sonrientes tallados en su piedra, a Ta Prohm, popularizado por la taquillera película de Tomb Raider, protagonizada por Angelina Jolie e inspirada en el videojuego. También merecen una visita el templo piramidal Pre Rup, junto a su gemelo East Baray y Banteay Srei o “Templo Rosa” situado a 36 kilómetros de Siem Reap. A menos kilómetros, unos 16 para ser más precisos, es posible palpar la vida flotante de este pedacito de Camboya en el lago Tonlé Sap.

Después de hacer un minucioso recorrido por joyas jemeres y aldeas flotantes, la siempre animada Siem Reap aguarda para despedir el día entre mercados nocturnos y los espectáculos de Pub Street.
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