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Brihuega, Guadalajara, fue un importante enclave en la Edad Media, aunque alcanzó su apogeo con la construcción de la Real Fábrica de Paños, convertida hoy en un lujoso hotel donde disfrutar de su patrimonio histórico en clave hedonista.

Corazón de la Alcarria, geográfico pero también histórico, Brihuega se localiza en el valle del Tajuña, en una meseta a aproximadamente 300 metros de altitud sobre las llanuras de La Mancha. La región ofrece el paisaje más genuino de Castilla, más allá de sus páramos infinitos tan retratados por escritores. En el Mirador de la Alcarria, ubicado en el cercano pueblo de Trijueque, es posible contemplar algunas de sus mejores vistas y recordar el “Viaje a la Alcarria” de Camilo José Cela, primero a lomos de un burro y, años más tarde, como copiloto en un Rolls-Royce.
En los campos florece la lavanda entre junio y julio, tintando los paisajes de morados e impregnando la atmósfera de un aroma embriagador. Cultivada desde el siglo XIII, esta flor ha servido como reclamo turístico, convirtiendo a Brihuega en la “Provenza española”. Pero, aunque hayan sido sus campos de lavanda los encargado de volver a ponerla en el mapa tras un período de abandono, este municipio alcarreño cuenta con una historia y un patrimonio que bien merecen una visita en cualquier época del año. Basta un paseo por sus sinuosas calles para constatarlo. De ellas brotan manantiales por doquier, como la Fuente de los Doce Caños, delatando la riqueza de aguas de la que goza la región, la de mayor producción hídrica del país.

El mejor punto de partida para iniciar un recorrido por la localidad es la plaza del Coso, todo un ejemplo de arquitectura alcarreña, con casas de dos plantas y altillos que guardan la tradición cerealista de la comarca. Los colores vivos de sus fachadas contrastan con los blancos de otras zonas castellanas. Entre ellas se encuentran las cuevas árabes a las que todas las viviendas tenían acceso. Con más de ocho kilómetros de longitud, fueron excavadas como vía de escape para los asedios. Tiempo después sirvieron como almacén de víveres y como refugio de otros diversos conflictos bélicos posteriores.
Otro de los tesoros del casco antiguo es la iglesia de San Miguel, del siglo XIII. Levantada en arte tardorrománico, que puede contemplarse en los arcos de su portada, hoy está desacralizada. Bajo sus arquerías mudéjares y su bóveda estrellada se organizan exposiciones y eventos.

Las murallas de piedra caliza, que protegieron a la villa durante más de cinco siglos, siguen dominando el paisaje. Sobre ella, el Castillo de la Peña Bermeja, construido por los árabes en el siglo X y denominado así por el color rojizo de sus muros, sorprende con su patio de armas convertido en cementerio y sus panorámicas a la vega alimentada por el río Tajuña. Una reciente restauración ha permitido devolverle el esplendor perdido durante la Guerra de Sucesión y la Guerra de la Independencia.

Junto a la fortificación, la iglesia de Santa María de la Peña oculta una gruta que conduce a la imagen de la Virgen de la Peña, venerada desde su aparición milagrosa. Frente a la iglesia, el antiguo convento de San José acoge el Museo de Historia de Brihuega y el singular Museo de Miniaturas del Profesor Max, donde admirar “La Última Cena” pintada en un grano de arroz.

El ambiente tradicional de Brihuega convive con atractivos comercios como “Alquitara Las cosas de mi hermana”, dedicada a la venta de cosméticos elaborados con lavanda y otros originales productos elaborados por artistas locales. También merece la pena rodearse de las antigüedades de “La Clandestina” y “Antigüedades La Fábrica de Paños”.
La Fábrica de Paños, el esplendor de Brihuega
La mayor etapa de esplendor de Brihuega aconteció en el siglo XVIII, cuando el rey Fernando VI fundó la Real Fábrica de Paños para agradecer al pueblo su apoyo a los Borbones.
En la actualidad, este estupendo ejemplo de arquitectura industrial alberga un oasis para el lujo y el bienestar bajo la marca Castilla Termal, siempre envuelto del encantador patrimonio que un día protagonizó la prosperidad de la localidad. Para que su historia no se olvide, Beatriz Sánchez, humanista y guest relations de este exclusivo hotel, ofrece interesantísimas visitas diarias por sus instalaciones, las cuales aún conservan los arcos y vigas de madera de sus inicios, así como enormes tinajas del siglo XIX.
El edificio parece girar en torno al restaurante La Redonda, donde se fusiona la tradición culinaria con toques modernos bajo una impresionante cúpula de cristal. Fue la primera zona de la fábrica en levantarse, y era utilizada para ventilar las salas de telares, evitando así epidemias.
El área wellness dispone de piscinas, jacuzzis y tratamientos inspirados en estas tierras, entre los que destaca “1750”, un masaje a base de aceite de lavanda y paños aplicados para estiramientos iniciales, que homenajea la tradición textil del lugar bajo el nombre del año en que se construyó el edificio.
Un jardín a la Alcarria
Hoy han recuperado también su esplendor gracias al hotel Castilla Termal Brihuega, ofreciendo espectaculares atardeceres sobre su piscina infinita.
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