sábado, 21 de junio de 2025

Casi 30 kilómetros de arena virgen: así es la playa más larga de España, en pleno corazón de un conocido Parque Nacional

 CanalViajar


Esta playa te ofrece una experiencia extensa de las playas de antaño; protegida, virgen y rodeada de fauna autóctona.

30 kilómetros de playa en la que disfrutarás de una naturaleza virgen.

Imagina una playa infinita. Sin guerras de sombrillas, chiringuitos con música a todo volumen, sin castillos de arena amontonados cada tres metros. Solo mar, dunas y silencio, dentro de lo que cabe. Eso, exactamente eso, es la Playa de Doñana, la más larga de España, con casi 30 kilómetros de arena dorada que parecen salidos de otro planeta. Un lugar donde el tiempo se diluye entre las olas y el viento. 

Entre lo salvaje y lo sagrado

La Playa de Doñana no es una playa cualquiera. No está hecha para selfies ni para hamacas. Es una playa salvaje, virgen, protegida por el propio Parque Nacional de Doñana, uno de los espacios naturales más valiosos de Europa. Y aquí lo primero que uno nota no es la longitud, sino la sensación de estar en un lugar donde la naturaleza aún manda. Sin urbanizaciones ni carreteras paralelas, la playa se despliega entre las provincias de Huelva y Cádiz como un gigantesco abrazo de arena al Atlántico.

Espectaculares imágen del Parque Nacional de Doñana.

30 kilómetros sin interrupciones

Desde la desembocadura del Guadalquivir, frente a Sanlúcar de Barrameda, hasta Matalascañas, esta playa se estira como una cinta dorada a lo largo de unos 30 kilómetros sin una sola edificación en el horizonte. Solo la torre de vigilancia de la Guardia Civil y alguna señal medio enterrada en la arena interrumpen el paisaje. No hay chiringuitos, ni duchas, ni siquiera papeleras. ¿Suena incómodo? Quizá. ¿Pero mágico? Sin duda.

Paisaje en el Parque Nacional de Doñana en Andalucía.

Este tramo de costa forma parte de la Reserva Biológica del Parque Nacional de Doñana, lo que significa que el acceso está muy limitado. No puedes plantarte allí con tu coche y tu neverita. Solo se puede acceder con permisos especiales, embarcándote desde Sanlúcar en una travesía fluvial por el Guadalquivir que ya de por sí es un espectáculo. También se organizan excursiones autorizadas con guías del parque, donde puedes sentirte un explorador en tierra salvaje.

Una playa con huellas… de lince

Lo más fascinante de Doñana no es solo su extensión, sino lo que pasa en ella cuando nadie mira. O mejor dicho, cuando los humanos no estorbamos. Por sus dunas y marismas pasean linces ibéricos, ciervos, jabalíes, zorros y aves de todo tipo. Las huellas en la arena por la mañana cuentan historias que no ves, pero que están ahí. Incluso en ocasiones los pescadores y guardas del parque han avistado linces bajando a la playa, a pocos metros del mar. Como si estuvieran de vacaciones ellos también.

Vista panorámica una de las playas más bonitas de España.

Además, es un lugar clave para las aves migratorias. Miles de ellas descansan en las marismas tras cruzar el estrecho de Gibraltar. Si eres amante del birdwatching, aquí tienes el paraíso. Flamencos, garzas reales, espátulas… El cielo de Doñana está más concurrido que una pista de aterrizaje.

Cómo visitarla (sin invadir)

Lo dicho, no es una playa para ir a pasar el día con la sombrilla. Pero sí se puede visitar, y vale mucho la pena. Hay varias formas:

  • Desde Sanlúcar de Barrameda, con los famosos barcos de la empresa “Doñana Visitas”, que cruzan el Guadalquivir y permiten pasear unos metros por la orilla, siempre dentro del recorrido permitido.
  • Excursiones 4x4 organizadas desde El Rocío o Matalascañas. Estas rutas recorren parte del parque y acaban en la playa, donde el contraste entre el mar y las dunas es abrumador.
  • Desde Matalascañas, puedes andar por la playa hacia el sur, aunque no está permitido adentrarte en la zona protegida sin autorización. Aun así, los primeros tramos ya ofrecen una sensación de inmensidad difícil de igualar.

Un tesoro que hay que cuidar

La Playa de Doñana es un símbolo de lo que aún puede ser intocable. En un país donde muchas costas han sido devoradas por el turismo masivo, este rincón sobrevive gracias a su protección férrea. Aquí no hay hoteles en primera línea ni calles que acaben en el mar. Y eso no es una carencia, es su mayor tesoro.

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