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Una de las zonas más bonitas de toda España esconde pueblos tan maravillosos como este en el corazón de la Costa da Morte gallega.

"En otros tiempos se creía, y aún hoy se cree, que aquellos lugares están malditos por Dios, y en verdad, que jamás la conseja popular tuvo más razones de vida que en esta ocasión en que todo parece indicar al alma atribulada, que una maldición pesa sobre aquellas playas tan desiertas, pero también tan poéticas y hermosas en medio de su desnudez". Estas palabras las escribió Rosalía de Castro en 1856 sobre la que hoy se conoce como la Costa da Morte de A Coruña, que ha presenciado más naufragios que todo el litoral español junto.
Esta zona costera de Galicia siempre ha tenido un atractivo muy especial, como el que tienen esos lugares que, por algún motivo, parecen estar a merced de una fuerza superior que algunos llaman Dios, otros naturaleza y otros prefieren no llamarla. Aquellos lares, un día muy lejano a la fecha actual, se consideraron el fin del mundo, de ahí el nombre que se otorgó a Fisterra o Finisterre. Incluso los cartagineses ya definían esas playas como "aguas oscuras, llenas de monstruos y bestias marinas".
Pueblo de tradición marina y religiosa
Sin embargo, hoy es uno de los destinos más valorados de la costa gallega, con tan solo 200 kilómetros de extensión y leyendas que, lejos de causar terror entre los visitantes, provocan aún más asombro. En ese escaso espacio se agolpan varios pueblos que contribuyen a la encantadora magia de la Costa da Morte. Algunos más populares que otros, pero tan solo por motivos turísticos, no de belleza. Una de las villas más bonitas y desconocidas de esta región es Cee, ubicada en el último tramo del Camino de Santiago a Finisterre.

Con menos de 8.000 habitantes, Cee se asoma al mar por tres puntos: la ría de Lires al noroeste, la playa de Estorde en la ensenada fisterrana y desde el pueblo hasta la bahía de O Ézaro. Los pocos viajeros que la conocen quedan maravillados por la belleza de sus vistas, sus playas salvajes y su vida inquieta y, al mismo tiempo, pacífica como la de los marineros de antaño. El nombre de la localidad se cree que proviene del latín 'cetus', que significa atún o ballena, lo cual tiene mucho sentido, pues en el siglo XVI la industria ballenera jugaba un papel crucial.

Empezar paseando por el casco histórico de Cee es hacer un pequeño viaje en el tiempo a través de la iglesia de Santa María da Xunqueira, una de las más antiguas de la zona. El patrimonio religioso cuenta con una gran relevancia aquí al ser uno de los lugares de paso del Camino, destacando edificios como la iglesia de San Xián de Pereiriña o el Santuario de Nuestra Señora da Xunqueira. Es aquí donde los peregrinos obtienen la primera vista del Océano Atlántico en todo su recorrido, después de más de 65 kilómetros andados.
Playas y vistas privilegiadas
Pero antes se topan con molinos, hórreos, cruceros y preciosas casonas de piedra que hacen único este lugar. Es también tierra de leyendas, de las meigas y de la Santa Compaña. Sin olvidar la costa, que es lo que nos ha traído hasta aquí. Las playas de Cee son de una belleza impresionante: desde Lires, donde se encuentra la ría más pequeña de Galicia; hasta Gures, la más bonita pero con el acceso más complicado; pasando por Caneliñas, que conserva los restos de una antigua factoría ballenera abandonada; y Estorde, la más grande de todas.

Los vecinos de Cee se dividen en seis parroquias: A Ameixenda, Brens, Cee, Lires, A Pereiriña y Toba. En la primera, cerca de la playa de As Leiriñas, se erige el Castillo del Príncipe, una fortaleza del siglo XVIII a los pies del océano. Se encuentra justo frente al Castillo del Cardenal en Corcubión y ambos se utilizaban para proteger la ría de ataques piratas. En torno a ellos circulan diversas leyendas como la que dice que bajo el agua había una gigantesca cadena de hierro que los unía y, al acercarse un navío enemigo, se tensaba y lo hacía naufragar.

Al caer la noche otro atractivo se cierne sobre Cee. Las increíbles vistas sobre la Costa da Morte no desaparecen, sino que se transforman, dejando paso a un cielo despejado y estrellado que le ha valido el reconocimiento de destino Starlight. Es, por tanto, un lugar perfecto para mirar las estrellas desde cualquiera de sus paradisíacas playas. Cee es el lugar que cualquier viajero debería visitar en Galicia, el punto en el que todo peregrino desearía descansar y el pueblo del que Rosalía de Castro habría quedado prendada hace casi dos siglos.
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