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El que fuera el epicentro de los cabarés en el siglo XVIII es hoy una de las zonas más vibrantes de la ciudad de la luz, según Charlotte Gómez de Orozco, la dueña del hotel más rompedor del distrito.

Si hay un lugar representativo como ninguno de París (amén, claro, de la Torre Eiffel y otra serie de tópicos evidentes), este es el Moulin Rouge, pura expresión de aquella bohemia del pasado que ha quedado para siempre impregnada en esta ciudad. Abierto en 1889 e impertérrito a dos guerras mundiales, un incendio y varias crisis económicas, el rey de los cabarets es un icono eterno de la capital francesa.

Pero Moulin Rouge es también el alma y la imagen de Pigalle, el que fuera el Barrio Rojo, el más canalla y visceral, allá por el siglo XVIII. Un barrio que se extiende al pie de la colina de Montmatre, cerca de la Basílica del Sacré-Coeur, y que hoy mantiene (salvando las distancias) aquella vena festiva, aunque adaptada a los tiempos que corren. Si bien ya no hay bailarinas de cancán, ni artistas que bañan sus penas en absenta, sí pervive un ambiente joven y vibrante.
Filosofía del bienestar
El mismo que encontramos en HOY, un hotel con un concepto innovador, fundado por Charlotte Gómez de Orozco, una joven parisina de origen mexicano. “Nuestra filosofía es cultivar el momento presente y por eso ponemos el foco en el yoga, en la alimentación saludable y en los tratamientos holísticos”, explica. El resultado: habitaciones sin televisión (pero con barra de bailarina y colchonetas para meditar), un restaurante de comida vegetariana, terapias de medicina alternativa y un gigantesco estudio en el que se imparte yoga durante siete horas al día.
En conclusión, un hotel-yoga que recibe al visitante con esa cosa tan parisina de las flores porque, según su dueña, “es la mejor forma de cubrirse de calma”. Ella misma aclara el concepto: “Más que un hotel, HOY es una experiencia. Un espacio de bienestar centrado en nuestros valores fundamentales: alojamiento, restaurante, estudio de yoga, sala de tratamientos y floristería”. Y todo ello en un barrio que también se hace eco de esta tendencia. Como advierte Charlotte, “es que París tiene esa capacidad de mantener su esencia bohemia a pesar de la popularidad”.
Tomar copas con sabor a pasado
Pigalle es, como decíamos, el hogar no sólo del Moulin Rouge sino también de otros muchos cabarets que quedan de la Belle Époque. Como Maison Souquet, un antiguo burdel reconvertido en hotel-boutique con un bar donde hacen cócteles deliciosos que llevan el nombre de cortesanas. Un lugar con las paredes forradas de terciopelo rojo, las lámparas de flecos y la música de Edith Piaf.
“Muy curioso también es Le Carmen”, nos recuerda Charlotte, “es donde se dice que Bizet compuso la famosa ópera que da nombre a este local”, añade. Un local que está emplazado en una sofisticada mansión del siglo XIX, y que luce arañas colgadas del techo y una decoración ostentosa. “Más allá de esto, sirve ricos cócteles y a la noche se transforma en una discoteca en la que para entrar, eso sí, hay que ir con el atuendo apropiado”, puntualiza.

Otras opciones
Otros cabarets de hoy en día ofrecen espectáculos de drag queens. Como Chez Michou, pionero de esta fórmula, en cuyas funciones participan transformistas que cantan en playback a Cher o Lady Gaga. O como Sister Midnight, donde además de shows con muchos tacones y plataformas, se sirven excelentes tragos y ricos aperitivos.
Pero, ¿qué más se puede hacer en Pigalle? “Pasear por sus calles siempre animadas de gente, detenerse en alguna cafetería con encanto, comer en uno de los muchos bistrós tradicionales restaurados al estilo moderno y tomar un trago cargado de creatividad en una coctelería de autor”, enumera Charlotte, orgullosa de su barrio parisino. “Ah... y también irse de compras, que para eso hay encantadoras boutiques de ropa e interesantes concept-stores donde destacan, sobre todo, los objetos de diseño y de decoración”, concluye.
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