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Fue descubierto por la burguesía catalana y se convirtió en el lugar de veraneo favorito de los catalanes.

Algunos de los pueblos más bonitos de Cataluña se esconden en la provincia Girona, entre los Pirineos y el mar Mediterráneo. Una provincia que presume, con motivos, de una diversidad paisajística y cultural envidiable.
Justo ahí donde la Garrotxa se funde con la comarca del Ripollés, a la sombra de los Pirineos, asoma el valle de Camprodon. El aire puro que se respira en esta zona pre-pirenaica fue precisamente lo que enamoró a la alta burguesía catalana que, en el siglo XIX, la convirtió en su lugar favorito de veraneo.
Y así hasta nuestros días, porque algunos de los pueblos de Cataluña que más turistas reciben están precisamente en este valle, conocido como ‘la pequeña Suiza’ catalana: por su parecido razonable con el paisaje alpino, y por ser lugar de retiro vacacional de las clases más altas.
El pueblo más pintoresco del Ripollés
Cuando se habla de pueblos bonitos de Girona, es difícil quedarse solo con uno, pero hay un nombre que resuena con fuerza por motivos propios: Camprodon, el pueblo que da nombre al valle en el que se encuentra.
Se trata de una villa medieval, fundada en el siglo IX, que guarda todo el encanto de las ciudades de la Edad Media. Basta echar un vistazo a su puente Nuevo sobre el río Ter, una construcción del siglo XII, robusta y de arcos apuntados, que se ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles de Camprodon.

Pero es que además esconde algunos de los mejores ejemplos de la arquitectura románica de Cataluña. Como el monasterio de Sant Pere, un monasterio benedictino del siglo X cuyo claustro es una de las obras maestras de la arquitectura románica de la zona.
El pueblo de las fachadas de colores y las tejas rojas
Junto a los edificios de piedra tan propios del románico, de repente sobresalen pintorescas fachadas de colores coronadas con tejas rojas. Corresponden a las casas de construcción tradicional típicamente catalana y que son resultado del auge comercial que adquirió el pueblo durante la Edad Media.

Las galletas más antiguas de España
Fruto de aquella época de desarrollo comercial, es el nacimiento de una de las galletas tradicionales más míticas del país. Y es que, cuando la alta burguesía comenzó a poner un pie en Camprodon durante los meses de verano, los bizcochos finos y la exquisita confitería que elaboraba la familia Birba en su ultramarinos adquirieron merecidísima fama.

El problema venía en los meses de invierno, cuando aquellos turistas escaseaban y las ventas caían. Eso llevó a la familia a meterse en la elaboración de galletas artesanas, menos perecederas y de fácil distribución que, con los años, acabarían robando todo el protagonismo hasta convertirse en el producto principal de la casa. Y, dicho sea de paso, en uno de los souvenirs más típicos del momento: sus cajas metálicas con motivos art Decó eran lo más.
Era el año 1893, nacían las galletas Birba, las más antiguas de España junto con las de Fontaneda (nacidas en 1881) y Gullón, (en 1892). Y aunque con los años la empresa familiar ha acabado en manos de un gran grupo comercial (el mismo que en su momento adquirió Cuétara y Artiach), siguen fabricándose de manera artesanal en Camprodon. La excusa perfecta para hacer una escapada y volver con muy buen sabor de boca.
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