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De Zúrich a Ginebra, un grupo de viajeros recorrió las estampas otoñales más impresionantes en la Expedición VIAJAR a Suiza. ¿Quieres saber cuáles son? ¡Sigue leyendo!
Cuando las montañas de Suiza se visten de ocres, el país despliega sus panorámicas más hermosas.
“Suiza es un país muy generoso a nivel paisajístico, a nivel humano y a nivel logístico” contaba Use Lahoz antes de emprender esta aventura. “Digamos que se acerca peligrosamente a la perfección”. Para el escritor y periodista, el reto de acompañar a un grupo de viajeros era una oportunidad para regresar a Suiza, pero también la mejor excusa para compartir los secretos de uno de sus destinos favoritos. “Es ideal para viaje grupal, porque el programa se desarrolla de manera fluida y natural”, añadía con ilusión.
Y tenía razón. Durante una semana, los expedicionarios descubrieron un país donde todo parece formar parte de una coreografía escénica. Donde los relojes miden el tiempo y la armonía, las ciudades conquistan con su ambiente cultural y las montañas con su luz y vistas de vértigo.
De urbes vibrantes a montañas que rozan el cielo
Centro cultural de Suiza, Zúrich es una ciudad con mucha vida cultural. Lahoz recuerda que “durante el periodo de entreguerras fue un refugio intelectual de exiliados donde convivieron escritores, artistas y pensadores que huían de un continente convulso”.
Pasear por el casco antiguo, cruzar el río Limmat y visitar el Museo Nacional fueron algunos de los primeros pasos para iniciarse en esa inmersión cultural. El punto dulce, literalmente, lo puso la Lindt Home of Chocolate, donde el grupo se rindió ante la fuente de chocolate más alta del mundo.

Entre el lago y bajo tejados medievales, Lucerna sorprendió con su icónico Puente de la Capilla (Kapellbrücke), decorado con pinturas del siglo XVII que narran la historia local.
El momento más vertiginoso llegó con el ascenso al Monte Pilatus en el tren cremallera más empinado del planeta. Trepando por bosques alpinos y sorteando una pendiente del 48%, este tren alcanza los 2.073 metros.

En Berna, la capital suiza, el grupo presenció uno de los rituales emblemáticos del país, el espectáculo del Zytglogge, la torre del reloj astronómico en la que, cada hora, osos, gallos y bufones cobran vida. Desde lo alto de esta torre, transformada en reloj astronómico en el siglo XVI, se pueden apreciar vistas impresionantes del casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993.
La expedición continuó hacia Friburgo, una ciudad de puentes antiguos que unen barrios donde conviven el francés y el alemán. A pocos kilómetros se ubica Gruyères, un pueblo medieval de cuento con un curioso castillo que guarda en su interior el Museo HR Giger, el creador de Alien. También se encuentra aquí la Maison du Gruyère que hace que las calles huelan a queso recién hecho.

El viaje alcanzó su punto más alto, y nunca mejor dicho, en el Shilthorn. En la cima de esta montaña gira el restaurante Piz Gloria, escenario de Al servicio de su majestad, del universo James Bond. “Es un lugar que gusta a todo el mundo” apuntaba Use Lahoz a su regreso.
El cierre de esta aventura llegó en Ginebra, con su famoso Jet d´Eau lanzando 140 litros de agua sobre el lago Lemán y su reloj marcando el paso de las estaciones con flores.
“La dinámica con el grupo funcionó de maravilla. Se creó una camadería desde el primer momento porque era un grupo con inquietudes culturales abierto a todas las propuestas” resumió Use.
Entre caminatas por cascos antiguos, trayectos en trenes panorámicos y divertidas cenas, el grupo se convirtió en algo más que compañeros de viaje. “Viajar con desconocidos que acaban siendo amigos es una de las mejores sorpresas que aguardan en estas expediciones” confesó otra participante al despedirse.
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