sábado, 27 de diciembre de 2025

Canal Dulces de Navidad : La cuna andaluza de los dulces de Navidad


Cuando todavía no ha terminado el verano, un olor inconfundible a manteca caliente, almendra molida, canela y ajonjolí empieza a inundar las calles de Estepa. Entre septiembre y diciembre, este pueblo sevillano entra en una especie de estado de excepción dulce. Todavía queda mucho para que se celebre la Navidad, pero ya empieza a fabricarla amasando, horneando y envolviendo sus dulces en papel, igual que hace generaciones y generaciones. Su gastronomía explica mejor que ningún manual su historia, paisaje y un patrimonio que siempre sorprende a quienes solo vienen a visitar alguna de sus famosas fábricas de mantecados.

Un mantecado femenino desde el “Balcón de Andalucía”

La parte más antigua de Estepa, el barrio de San Cristóbal, se alza sobre el cerro homónimo que domina la campiña del Guadalquivir, un mirador natural que ha motivado que el pueblo se gane el sobrenombre del “Balcón de Andalucía”. Ya casi nadie vive aquí, pero San Cristóbal conserva lo más granado de los monumentos de Estepa, como su fortaleza, el monasterio de San Francisco, la iglesia de Santa María la Mayor, la torre Ochavada y el convento de Santa Clara, cuyas monjas de clausura son las únicas vecinas del barrio. Sus dulces son unos de los más reputados de esta ciudad del dulce; no en vano, en su convento radica el origen del mantecado.

El Consejo Regulador de las IGP “Mantecados de Estepa” y “Polvorones de Estepa” arroja que, ya en el siglo XVI, el convento de Santa Clara elaboraba unos dulces identificables como mantecados. También hay muchas fuentes que señalan que fue Micaela Ruiz Téllez “La Colchona” quien, a finales del siglo XIX, hizo que el mantecado dejara de ser un dulce de elaboración casera para convertirse en un producto de masas, modernizando su fabricación, comercialización y transporte. Hoy las mujeres siguen teniendo un protagonismo indiscutible en las fábricas de mantecados: se estima que ocupan en torno al 85 % de los empleos directos de esta industria (unos 2.500) que sustenta la economía local junto a la del aceite DOP Estepa.

Desde el cerro de San Cristóbal se despliega un mar de olivares que ayuda a entender el peso del aceite en la cocina local, la importancia del campo y también el carácter estratégico que tuvo este enclave desde la Antigüedad. Los mantecados y polvorones no son una casualidad, sino que surgen de una economía agraria concreta que transformaba los excedentes (manteca del cerdo, harina del cereal, aceite del olivar y azúcar) mezclados con especias que llegaban por redes comerciales históricas. Cuando pruebas un dulce de Estepa estás probando, literalmente, un producto diseñado por y para ese territorio: energético, duradero, pensado para épocas frías y para almacenarse.

Las fábricas de mantecados que se pueden visitar en Estepa

El obrador que fundó Micaela Ruiz Téllez, La Colchona, es el más antiguo de Estepa y se puede visitar, como tantos otros de la localidad. A día de hoy, sin embargo, el más famoso es La Despensa de Palacio, que además de producir dulces, apuesta por la cultura con Chocomundo, un gran museo del chocolate que conecta la historia del cacao con la tradición repostera local. La visita guiada incluye una degustación pedagógica y sensorial que revela lo bien que ha aprendido Estepa a contar lo que hace.

La Fortaleza también es otro obrador de raíces profundas que se puede visitar. Fundada en 1928 como fábrica de chocolate, la empresa evolucionó hacia la producción de mantecados y polvorones hasta convertirse en uno de los grandes nombres del sector. Su historia permite explicar cómo tradición e innovación no son conceptos opuestos. Por su parte, E. Moreno, conocida comercialmente como Los Artesanitos, se erige como un obrador más cercano al espíritu del taller familiar. Su relato arranca en los años 1950 y está marcado por la continuidad generacional y el valor del trabajo manual. Además de la visita a las instalaciones, la empresa ha desarrollado talleres de elaboración de mantecados, porque meter las manos en la masa, es la mejor forma de entender qué es Estepa.

Un patrimonio (también dulce) más allá de la Navidad

En 1965, Estepa fue declarada Conjunto Histórico-Artístico Nacional, un reconocimiento que protege esta localidad salpicada de iglesias, conventos y palacios barrocos. Apenas la fortaleza del cerro de San Cristóbal merecería un viaje hasta Estepa, y no solo por sus vistas privilegiadas: a los pies de su espectacular torre del Homenaje, por ejemplo, se encuentra nada menos que un Centro de Interpretación Tartésica. Sin embargo, para muchos, los mejores secretos de esta localidad están “ocultos” por entre las callejuelas de los barrios que quedan a los pies de San Cristóbal, en forma de templos barrocos fastuosos.

No se oculta, precisamente, la espectacular torre de la Victoria, que con sus 40 m de altura se considera uno de los mejores ejemplos de barroco dieciochesco andaluz. Sí hay que rebuscar algo más para dar con el espectacular retablo de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, también barroco. Pero si hay algo que no hay que perderse del casco viejo, es la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, un templo relativamente escueto, cuya fachada no hace prever unos espectaculares interiores barrocos que se han colgado el apodo de la “Capilla Sixtina de Estepa”. 

Visitando toda esta acumulación de joyas de arte sacro, pronto caemos en la cuenta de que estamos ante uno de los destinos grandes de la Semana Santa andaluza. No en vano, por aquí pasa la ruta Caminos de Pasión, una propuesta turística que enlaza ciudades del interior de Andalucía que viven la Pascua de Resurrección de una manera genuina. Y en Semana Santa, como en Navidad, se comen muchos dulces. Por eso, para desestacionalizar la producción navideña, ampliar el espectro gastronómico, aprovechar la infraestructura local y el recetario, Estepa también está apostando por el dulce de Pascua. Si no te da tiempo esta Navidad, acércate en primavera al novedoso Festival del Dulce de Cuaresma.






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