martes, 25 de abril de 2023

Canal Historia : Nabucodonosor II: Su espléndida obra arquitectónica

 


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El rey babilonio Nabucodonosor II sigue siendo conocido aún a día de hoy como el líder de uno de los más poderosos antiguos imperios que precedieron al de los Atenienses del Período Clásico Griego. No obstante, además de su destreza militar, Nabucodonosor demostró su capacidad de liderazgo de otras formas más duraderas. Por medio de un riguroso e intenso esfuerzo constructivo que se prolongó desde antes de ser rey hasta su muerte en el 562 a. C., Babilonia fue transformada hasta llevarla a la altura de una poderosa civilización de la antigüedad. No sólo se restauraron los templos, recuperando éstos su gloria del pasado, sino que además Nabucodonosor emprendió dos de los más sobresalientes proyectos de la antigua Mesopotamia: la Puerta de Ishtar y los Jardines Colgantes de Babilonia.

La gran puerta de Ishtar

Construida en el 575 a. C. por orden del rey Nabucodonosor II, la Puerta de Ishtar era uno de los muchos accesos que envolvía y protegía a la ciudad de Babilonia contra posibles ataques del exterior. Octava puerta de la ciudad interior, la creación de esta colosal estructura fue tanto una maniobra defensiva como política. Forjada de espléndidos ladrillos vidriados ornamentados de lapislázuli y oro, la puerta resplandecía tan vibrante y poderosamente como el sol. El lapislázuli era venerado en el mundo antiguo por su intenso color, y su amplia utilización en la Puerta de Ishtar servía de símbolo tanto para los ciudadanos de Babilonia como para sus visitantes de que esta ciudad-estado era increíblemente rica y poderosa.

Réplica de la Puerta de Ishtar en el emplazamiento de la antigua Babilonia, Iraq (Antonio TwizShiz Edward/Flickr)

Réplica de la Puerta de Ishtar en el emplazamiento de la antigua Babilonia, Iraq (Antonio TwizShiz Edward/Flickr)

La decoración de la superficie de la puerta va más allá de este ideal, y fue cubierta de representaciones de diversos dioses y diosas Mesopotámicos, tanto bajo forma humana como animal, apareciendo como dragones dorados, criaturas de fino cuello que se asemejan a perros estilizados, y uros, los antiguos bisontes euroasiáticos. El perímetro de la puerta fue diseñado con motivos de flores abiertas, que simbolizaban la fertilidad de Babilonia, mientras que la senda de los leones evidenciaba la magnificencia de Nabucodonosor II como poderoso rey de la ciudad más poderosa.

Detalle de los leones y las flores de la Puerta de Ishtar, Museo de Pérgamo, Berlín (Wikimedia Commons)

Detalle de los leones y las flores de la Puerta de Ishtar, Museo de Pérgamo, Berlín (Wikimedia Commons)

Sin embargo, uno de los rasgos más notables de la Puerta de Ishtar, es la larguísima inscripción de Nabucodonosor II en la que expresa cómo dio orden de construir la puerta y eligió personalmente los motivos que la adornarían, sirviendo como prueba de la magnificencia de su obra y como advertencia a todos aquellos que se atrevieran a franquear la puerta para que admiraran la magnificencia del rey que la había erigido.

La inscripción de Nabucodonosor, Museo de Pérgamo, Berlín (Wikimedia Commons)

La inscripción de Nabucodonosor, Museo de Pérgamo, Berlín (Wikimedia Commons)

Los jardines colgantes: Una de las siete maravillas del mundo antiguo

El otro proyecto más destacado que se cree que se construyó bajo la dirección de Nabucodonosor II fue el de los Jardines Colgantes de Babilonia, considerados una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Consistía en diferentes niveles o terrazas de jardines con árboles, enredaderas y todo tipo de flores, los Jardines Colgantes fueron un impresionante logro del Imperio Neobabilónico, constituyendo un oasis en pleno centro de su capital. Muchos historiadores creen que aunque en realidad fuera Nabucodonosor II el que proyectó la construcción de los Jardines Colgantes, lo hizo por su reina Amytis, procedente de Media, región cercana a la antigua Persia.

Ilustración de los “Míticos Jardines Colgantes de Babilonia” (1901) (Wikimedia Commons)

Ilustración de los “Míticos Jardines Colgantes de Babilonia” (1901) (Wikimedia Commons)

Una de las razones por las que no podemos asegurar la autoría de Nabucodonosor en la construcción de los jardines es la ausencia de pruebas procedentes de su época, lo que incluye también a los propios jardines, perdidos desde hace muchos siglos. La descripción más antigua de los Jardines Colgantes de la que disponemos data del año 290 a. C., siglos después de la muerte de Nabucodonosor, y aparece en los escritos de un sacerdote babilonio, Beroso. Sin embargo, la obra de Beroso ya llevaba perdida por aquel entonces largo tiempo, y sus palabras están recogidas únicamente de segunda mano por otros autores que las transcribieron aún más tarde. Por esta razón, desconocemos si Beroso siquiera pudo contemplar con sus propios ojos los jardines, o si su descripción tiene como fuente otro testimonio, ya que ha pasado demasiado tiempo entre sus escritos originales y las copias de las que disponemos como para estar seguros. 

Los documentos que han llegado hasta nosotros no aportan ninguna descripción convincente y detallada del jardín, sino más bien un cuadro general de un paraíso verde que “era inclinado como una colina y […] de forma semejante a la de un teatro”, siendo ésta la fuente más ampliamente aceptada en la que se basaron siglos más tarde los autores griegos y romanos, como Estrabón.

Reconstrucción hipotética en miniatura de los Jardines Colgantes de Babilonia (Bridget McKinney/Flickr)

Reconstrucción hipotética en miniatura de los Jardines Colgantes de Babilonia (Bridget McKinney/Flickr)

Dos obras excepcionales, un solo rey

Por muy fascinante que la vida de Nabucodonosor II pueda resultarnos, es indudablemente cierto que su fama entre los profanos proviene de estas dos destacadas obras arquitectónicas: la Puerta de Ishtar y, más significativamente, los Jardines Colgantes. Tanto la una como los otros tuvieron su lugar entre las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, y aunque solo los Jardines Colgantes continuaron en la lista, la Puerta de Ishtar sigue fascinando y despertando admiración entre quienes la contemplan. Nabucodonosor se aseguró de que su nombre quedara inmortalizado en esta construcción formidable, grabando su nombre con letras de oro sobre el lapislázuli, y cincelando de este modo en la historia uno de sus más impresionantes logros políticos.

Autor: Ryan Stone




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