La novelista Isabel San Sebastián apuesta en «Las campanas de Santiago» (Plaza & Janés) por una ficción rigurosa para combatir los tópicos y mentiras que rodean a la España medieval
Da igual los libros de ensayo o la de expertos que hablen. La ficción es imbatible y alcanza a un número altísimo de personas. Para combatir los tópicos que persiguen a periodos históricos repletos de mentiras, como la Edad Media o la España imperial , fiarlo todo a las investigaciones académicas supone un salto de fe y requiere una paciencia infinita. Frente a la ficción que esparce de forma masiva mitos, solo hay un arma igual de efectiva: la ficción rigurosamente documentada por trabajos de historiadores.
La última novela de la periodista y columnista de ABC Isabel San Sebastián, «Las campanas de Santiago» (Plaza & Janés), donde narra el ataque de Almanzor a la ciudad gallega en el año 997, es el ejemplo de una obra que trata de dar otra imagen sobre la Edad Media, más exacta, más alejada del cuento habitual de las tinieblas y los fanáticos. Ella misma detalla a ABC Historia no solo el proceso de documentación que ha realizado para reconstruir la España del siglo X hablando con historiadores, leyendo crónicas y hasta siguiendo la huella antropológica de aquellos españoles, sino la clave para no introducir ideas o mentalidades anacrónicas en sus obras: «Ponerle un reloj de muñeca a un personaje del siglo IX es un error muy grave, pero todavía lo es más colgarle a un clérigo medieval un sentimiento agnóstico o escrúpulos respecto a la esclavitud. No se puede inventar un contexto intelectual o sentimental que hubiera resultado imposible».
–El gran tópico sobre la Edad Media es esa idea de suciedad y oscuridad que muestra casi siempre la ficción, ¿es una visión correcta?
–La Edad Media no fue una época tenebrosa ni de barbarie, ni tampoco en blanco y negro. Para empezar, fueron mil años con muchas etapas distintas y donde no es lo mismo las invasiones bárbaras que los años previos al Renacimiento. La Alta Edad Media, que es donde se sitúan todas mis novelas, fue un periodo de color, con templos y palacio policromados tanto en el mundo musulmán como en el cristiano. La Catedral de Santiago estaba conformada por un sinfín de colores antes de que la quemara Almanzor. El castillo de Gauzón disponía de baños y paredes policromas, porque era una época donde también se buscaba el confort y la luz. La gente no iba vestida con pieles sucias y malolientes. Había baños tanto en el mundo musulmáan como en cristiano, básicamente porque los habían traído los romanos a la península.
–En esa España medieval se suele ensalzar la tolerancia que se vivía, por momentos, en el lado musulmán. ¿En el periodo donde sitúas su novela en qué punto está la cuestión religiosa?
–El año 1.000 no es un momento de tolerancia religiosa en ningún bando, ni en el cristiano ni en el musulmán. Estamos hablando de una época en la que Dios era el referente de todas las cosas y la religión marcaba tu bando. Solo existía el monoteísmo o el politeísmo; y el mundo monoteísta no se caracterizaba precisamente por su tolerancia. Por momentos se soportaba la presencia de otras religiones, pero siempre a costa de impuestos, prohibiciones y otras restricciones en algunos territorios. Pretender que una religión fuera más tolerante que la otra es una idiotez. La guerra era santa en ambos bandos, con la única diferencia de que el mundo cristiano ha evolucionado hacia la tolerancia, la democracia y la separación entre lo religioso y lo civil, mientras el mundo musulmán ha involucionado en muchos aspectos.
–¿Por qué algunas personas tienen reparos a la hora de usar el concepto de Reconquista?
–Mucha gente se cree que la Reconquista se la inventó Franco, que definió como cruzada la Guerra Civil. Tenemos una ignorancia tremenda sobre nuestro pasado y asociamos conceptos que nada tienen que ver entre sí. Desde hace unos años, un grupo de historiadores progres se han sacado de la manga que la Reconquista no existió, que en realidad los musulmanes nunca nos invadieron, sino que nos convencieron. Esto se dice hasta en algunos textos escolares. Y es cierto que la palabra Reconquista no está en las crónicas, pero sí el concepto de recuperar el reino cristiano perdido e incluso un término muy parecido, «restauración». Se llame como se llame, lo que está claro es que al menos desde finales del siglo VIII resulta evidente por las crónicas que hay un empeño por parte de todos los reinos cristianos de recuperar lo que había sido cristiano antes de la llegada musulmana.
En las crónicas de Alfonso X El Sabio , que se supone que es el rey de las tres culturas, está muy presente que su deber como Rey es recuperar los territorios de lo que fue la España visigoda. Nos queman palabras como España o Reconquista porque confundimos, y perdón por la ordinariez, el culo con las témporas.
«Mucha gente se cree que la Reconquista se la inventó Franco porque definió como cruzada la Guerra Civil»
–Usted reivindica en sus obras que las mujeres en el mundo cristiano tenían un papel más destacado del que se suele reflejar en la ficción histórica.
–Se da la contradicción máxima de que gente que se identifica como adalides del feminismo luego considera la cultura musulmana como infinitamente superior a la cristiana. Sin embargo, donde la mujer tuvo un papel en la historia fue en el mundo cristiano y en especial en la cornisa cantábrica, donde está más que estudiada la presencia de culturas prerromanas de tradición matriarcal, lo cual aún se puede percibir hoy en el norte de España. Es evidente la importancia de la mujer, que era quien transmitía el linaje, buscaba esposas a sus hermanos, gestionaba las tierras y hasta combatía con los hombres en batalla. Los territorios en los que Roma tuvo menos penetración están repletos de mujeres empoderadas, como se dice ahora, que se negaron rotundamente a dejarse mangonear por sus maridos, fueran reyes o labriegos.
–Un tema central en su obra es el Camino de Santiago, que lo reivindica como un hito cultural y, esto es menos conocido, también como un éxito político.
–Cuando yo escribí «La Peregrina» pensé que seguro que habría doscientas novelas, al menos, sobre el origen del camino, pero era la primera. Se menciona en algunos sitios de forma rápida, pero no se investiga apenas y no se explica bien su importancia. El camino fue el resultado de una visión estratégica de primera magnitud. A Alfonso II y al obispo de Iria Flavia se les ocurrió la idea de que la tumba de un apóstol de Jesucristo estaba en España, y no de uno cualquiera, sino del hijo del trueno, el más fuerte de los apóstoles junto a San Pedro.
Ese camino hacia la tumba permitió establecer un cordón umbilical entre la España cristiana, de la que quedaba muy poquito en ese momento, y el resto de la Europa cristiana, frente al poderoso imperio musulmán. A través de esa conexión llegaron a España apoyo militar, intercambio comercial, cultura, riquezas, alianzas políticas… Se produjo una conexión que sería determinante para dar al pobre Reino de Asturias un aliento en un momento de total inferioridad de medios.
¿Por qué Almanzor se llevó las campanas de Santiago a hombros de cautivos cristianos para fabricar lámparas en Córdoba? ¿Por su valor material? No. Por su formidable valor simbólico, pues era una gran humillación para los cristianos. Las campanas son la voz del apóstol y eso es lo que quiso llevarse Almanzor.
–A pesar de su violencia, Almanzor sigue envuelto en un halo romántico de conquistador y aventurero. ¿Por qué?
–No solo era conocido por la brutalidad con la que castigó cualquier insumisión cristiana, sino por la saña con la que persiguió a quien se atrevió a plantarle cara en Al-Ándalus. A su suegro lo mató y colgó su cabeza, y también a su cuñado. Elevó su poder sobre un charco de sangre, pero eso no resta un ápice a su grandeza. Era un gran estratega, un hábil caudillo y un mecenas de las artes, que embelleció Córdoba hasta convertirle en una ciudad solo comparada en el mundo occidental a Constantinopla .
Fue deslumbrante en sus luces y tenebroso en sus sombras. Y aquí volvemos de nuevo a las contradicciones. Los mismos que han iniciado una cruzada contra los conquistadores españoles por supuestamente esclavizar a los indios, los mismos que derriban estatuas de esos españoles que vivieron hace cinco siglos, exigieron hace unos años que se restableciera en su pedestal la estatua de Almanzor en Algeciras. A Podemos le parece mal lo que presuntamente hicieron los conquistadores, pero le parece bien esclavizar cristianos en Al-Ándalus. ¡A mí que me lo expliquen! Yo, personalmente, creo que habría que dejar todas las estatuas en su sitio y no juzgar la historia con valores actuales.
«A Podemos le parece mal lo que presuntamente hicieron los conquistadores, pero le parece bien esclavizar cristianos en Al-Ándalus»
–En «Las campanas de Santiago» el rival cristiano de Almanzor es un rey muy débil llamado Bermudo, ¿era habitual encontrar a dirigentes de esta debilidad en el mundo cristiano?
–Igual que algunos reyes, como Alfonso I , Alfonso II o Alfonso III, fueron excelentes, otros, como el pobre Bermudo, que no se caracterizaron precisamente por su valentía o astucia, se limitaban a pagar lo que les exigían los musulmanes y hasta entregaban a sus hijas o hermanas. Eso, por cierto, es algo que nos enseña la historia: el pago de tributos ignominiosos nunca han servido para comprar la paz. Almanzor fue lo que fue porque se encontró a un rey muy débil.
–En la novela se desencadena en un momento dado una epidemia de cólera. Mirando atrás en el tiempo, viendo que las medidas más eficaces hoy, las cuarentenas y los confinamientos, ya se empleaba en la Edad Media, ¿parece que el ser humano no ha avanzado tanto como creemos?
–Es indudable que a nivel médico hemos dado un salto gigantesco, pero por mucho que evolucionemos nunca seremos inmortales ni podremos vencer a la naturaleza cuando ésta se enfada. Miramos con altivez a la pandemia actual y a la Edad Media porque, en general, somos una generación muy altiva, que mira así a todo lo que no conoce. Cuanto más jóvenes, más altivos… La Edad Media sería más brutal, pero la gente tenía más humildad y eran más conscientes de sus limitaciones. Vivían el día a día, eran más espontáneos. En la actualidad, la pandemia nos ha recordado que somos seres microscópicos y que el poder y el dinero ni entonces ni hoy compran la salud, ni siquiera garantizan una buena muerte. Almanzor tuvo una vida de lujos y victorias, pero no tuvo una buena muerte.
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