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Fragmento de un artículo sobre Ramsés III publicado por mí en el número 21 de la revista digital Egiptología 2.0 (octubre de 2020). Puedes acceder al artículo completo y al resto de la revista a través de este enlace.
Introducción
Usermaatra Meryamun, más conocido como Ramsés III (1184 – 1153 a.C.), fue el segundo y más importante rey de la Dinastía XX (1186 – 1069 a.C.). Las particularidades de su extenso reinado, la trascendencia de sus victorias militares contra los llamados «Pueblos del Mar«, y el magnífico estado de conservación de su templo funerario en Medinet Habu (Tebas Occidental) lo convirtieron en uno de los faraones más importantes de todo el periodo del Reino Nuevo egipcio (aprox., 1550 – 1069 a.C.).
Ramsés III, el rey guerrero
El reinado de Ramsés III se desarrolló en un contexto temporal en el que existían peligrosas amenazas sobre las fronteras egipcias. Y eso a pesar de que el nuevo rey se había beneficiado en su primer lustro de reinado de la paz y estabilidad heredada de su padre, Setnajt (1186 – 1184 a.C.).
Ya en el año cinco de reinado tuvo que hacer frente a los nuevos avances de las tribus libias del oeste, que se habían aprovechado de la situación de inestabilidad y descomposición política de los últimos reyes de la dinastía XIX para penetrar en el Delta occidental hasta alcanzar la rama principal del río Nilo. La batalla que tuvo lugar ese año (aprox., 1180 a.C.) entre ambos ejércitos supuso el primer éxito militar de envergadura de Ramsés III, y así se vendió en una gran inscripción hecha en los muros del segundo patio del templo de Medinet Habu. Sin embargo, la euforia no duraría demasiado, pues una nueva campaña libia —también victoriosa y también representada en el templo— se produjo seis años después, en el año 11 del reinado de Ramsés III.
Ramsés III, Egipto y los Pueblos del Mar
Más allá de estas guerras libias, el mayor desafío militar al que tuvo que enfrentarse Ramsés III durante su reinado fue la guerra librada contra los llamados «pueblos del mar» en el octavo año de reinado. La situación era mucho más grave si tenemos en cuenta que no se trataba solo de la invasión de un ejército, sino que era toda una migración masiva y repentina de pueblos heterogéneos desplazados que buscaban asentarse en las zonas que atacaban, llevando consigo pues a sus familias y sus posesiones.
A lo largo de las últimas décadas se ha escrito muchísimo sobre las causas y el origen del movimiento migratorio de estos grupos étnicos procedentes del Egeo y Asia Menor, pero aun en la actualidad existen muchos interrogantes sin responder. Estos pueblos no solo habían desmantelado el antaño poderoso Imperio Hitita, sino que en su avance habían arrasado con Arzawa, Alalakh, Karkemish, Ugarit, Alashia, Tarso y Amurru.
En Egipto, sabemos que algunos de estos grupos —como los denen, lukka y sherden— ya habían aparecido durante el reinado de Akhenaton (1352 – 1336 a.C.), y miembros de los lukka, sherden y peleset figuran como mercenarios luchando del lado de Ramsés II en la famosa batalla de Qadesh (1274 a.C.) contra el imperio hitita. Dadas las notables incertidumbres históricas y arqueológicas en torno a este episodio, solo podemos narrar la sucesión de hechos presentada por Ramsés III.
Ramsés III contra los Pueblos del Mar
En torno al 1177 a.C., los danauna, los shakalash, los uashasha, los peleset, los alasa y los chekker cercaron totalmente Egipto, dirigiéndose hacia él tanto por mar como por tierra, y tanto por Oriente como por Occidente. Para hacerles frente, Ramsés III preparó una flota de guerra y levantó en armas un numeroso ejército de infantería. Curiosamente, entre las fuerzas del faraón no faltaron mercenarios procedentes de las filas de los propios pueblos del mar, como ya había sucedido en el pasado.
A juzgar por las escenas contenidas en los relieves de Medinet Habu, la guerra se decidió en dos grandes batallas, primero una terrestre y después otra naval. La arqueología no ha encontrado ningún indicio que indique el lugar exacto de estos enfrentamientos, pero podemos suponer que, de producirse tal y como se indica, fueron en dos puntos cercanos entre sí y lo más alejados posible del valle del Nilo. En base a esto, se cree que la batalla terrestre pudo tener lugar en algún punto entre la frontera oriental del Delta y la costa sur de la franja palestina, mientras que el combate naval se produjo cuando una flota enemiga penetró precisamente en el Delta del Nilo.
Cabe destacar, además, que en ambos encuentros habría intervenido supuestamente el faraón, aunque de forma diferente: en la batalla terrestre intervendría directamente, pero en la naval apoyaría a su marina de guerra desde la costa. En tierra, las fuerzas del faraón tuvieron tiempo para prepararse, por lo que habrían ejecutado sin piedad una emboscada contra la caravana migratoria que se dirigía hacia Egipto. A pesar de esa contundente victoria, a este enemigo no se le podía vencer tan rápidamente porque no constituía una entidad política y por ello no actuaba como un grupo coherente.
De esta manera, otros grupos siguieron siendo una amenaza a la estabilidad egipcia que hubo que paliar. En esta ocasión, las escenas de Medinet Habu nos muestran un grupo de naves extranjeras que penetraron en una vía fluvial con clara intención de desembarcar en la orilla a sus guerreros. Sin embargo, éstos desconocían que estaban siendo vigilados y, antes de que la maniobra llegara a su fin, la marina egipcia habría surgido de improviso para atacarles por sorpresa. Al mismo tiempo, desde tierra la infantería acabaría con los que habían logrado desembarcar y las naves enemigas llevadas hacia la costa serían atacadas por los arqueros egipcios.
Conclusiones
No cabe duda de que la invasión masiva y repentina de los pueblos del mar existió, pero los hechos no debieron ser tan sencillos y épicos como los plantea Ramsés III. Puede que el faraón resumiera en dos únicas batallas toda una serie de choques mucho más pequeños y menos heroicos contra unos enemigos que venían en grupos menos numerosos. Al final, es cierto que Egipto resultó indemne, pero acabó perdiendo sus posesiones en la franja siropalestina. Más concretamente, los peleset se convirtieron en los filisteos del sur de la región, los chekker se instalaron en torno al monte Carmelo, y los shakalash y shardana habrían colonizado Sicilia y Cerdeña, respectivamente.
Fragmento de un artículo publicado por mí en el número 21 de la revista digital Egiptología 2.0, correspondiente al mes de octubre de 2020. Puedes acceder al artículo completo y al resto de la revista a través de este enlace.
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