En el 280 a.C. el mundo griego y Roma entraron en contacto por primera vez debido a la intervención de Pirro de Epiro en el sur de Italia a favor de Tarento. Esa vez fueron los griegos quienes intentaban expandir su influencia.
Roma hubo de esperar dos largas y duras guerras contra Cartago para poder voltear su mirada a Grecia. En el 215 a.C., cuando Aníbal estaba llevando la guerra en Italia y tenía a Roma sometida a grandes apuros, Filipo V de Macedonia hizo una alianza con él, e intentó apoderarse de Iliria para desde ahí invadir Italia.
Ahí comenzó la Primera Guerra Macedónica, que culminó en el 205 a.C. con la firma de una paz que dejó el estatu quo anterior a la guerra. En ese conflicto las tropas romanas y macedonias no se enfrentaron, ya que los romanos estaban ocupados contra los cartagineses y dejaron la acción distractora a la Liga Etolia en Grecia.
Filipo V de Macedonia continuó llevando una agresiva política exterior en el Mediterráneo, lo que llevó a Rodas y Pergamo a pedir ayuda a Roma. La ciudad, ya convertida en la potencia dominante del Mediterráneo occidental, aceptó y la Segunda Guerra Macedónica comenzó en el 200 a.C.
Tras tres años de guerra y escaramuzas menores, los macedonios fueron derrotados en la batalla de Cinocéfalos y Filipo V solicitó la paz, por la que se vio obligado a retirarse de Grecia. Acababa de esa manera el dominio macedonio en el territorio heleno.
Filipo V murió en el 179 a.C. con la idea de echar a los romanos de Grecia a través de una acción militar. Su hijo Perseo no estuvo a la altura de las circunstancias y comenzó a llevar a cabo acciones diplomáticas, mediante alianzas, para perjudicar los intereses romanos.
Roma, enterada, declaró la Tercera Guerra Macedónica en el 171 a.C. El conflicto se caracterizó por la actitud defensiva de Perseo y la flojedad de las acciones ofensivas romanas. En el 168 a.C., tras tres años de guerra, Perseo fue derrotado y capturado en Pidna.
Como consecuencia, Macedonia dejaba de existir y su territorio fue dividido en cuatro repúblicas clientes de Roma. Sus relaciones diplomáticas y económicas con otros estados fueron suprimidas. Las siguientes dos décadas las tierras macedonias sufrieron de un empobrecimiento hasta que en el 150 a.C. un hombre llamado Andrisco se hizo pasar por hijo de Perseo y encabezó un levantamiento general. En el 148 a.C. fue derrotado en otra batalla en Pidna y la rebelión acabó.
Como resultado, Macedonia fue convertida en una provincia romana y quedaría sin independencia, dominada por otros imperios en el transcurrir de los años, hasta el siglo XX.
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