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Lo que no debes perderte en la siempre mágica y vibrante capital escocesa.
Alegre y cosmopolita, monumental y romántica, Edimburgo es siempre un plan apetecible para una escapada veraniega. Por su animación constante, su oferta de festivales, su espíritu literario y su mágico perfil medieval. Pero también por su atractivos de siempre, los que hacen de esta ciudad una de las más bellas de Europa. Hay miles de cosas por hacer, pero esto es lo que no debes perderte en una visita fugaz a la capital escocesa:
El Castillo
Es una de las atracciones más populares del país y la auténtica razón de ser de la ciudad de Edimburgo. Porque esta fortaleza imponente erigida sobre un cerro rocoso sirve para entender su historia. Y también, claro, para disfrutar de unas maravillosas vistas, especialmente desde el mirador de la Batería de Argyle. Hay que dedicar un par de horas a su visita puesto que existe mucho por admirar.
Empezando por las Joyas de la Corona, ocultas en una cámara acorazada: una corona, una espada y un cetro, que son los emblemas de la realeza más antiguos de Europa y que se exhiben junto a la Piedra del Destino. Tampoco hay que perderse los sótanos del castillo que fueron utilizados como prisión, ni la diminuta capilla de St. Margaret con un discreto cementerio al lado: ahí están enterrados los perros de los soldados.
Si la visita se alarga hasta las 13.00 horas, quizás te lleves un susto. Es el one o’clock gun o cañonazo de la una en punto, que tiene lugar todos los días (excepto domingos). Dicen que es lo que marca la diferencia entre locales y foráneos: los primeros ajustan el reloj, los segundos sufren un sobresalto.
La Royal Mile
Es, sin duda, la calle más entretenida de Edimburgo. Una arteria adoquinada que desciende desde el castillo a lo largo de una milla, como bien indica su nombre. En el trayecto, además de pubs y tiendas tradicionales, hay edificios históricos como la Catedral de St Giles o el Salón del Parlamento.
Conviene perderse por los callejones adyacentes para descubrir sus patios medievales, admirar en los escaparates los kilt (típica falda escocesa) y contagiarse del ambiente. Al final de la calle, se puede visitar el Palacio de Holyroodhouse, morada de la sufrida María Estuardo. Y si hay fuerzas, continuar hacia Arthur’s Seat,otra colina emblemática.
Un tour fantasmagórico
Misteriosa como ninguna, esta ciudad esconde otra ciudad plagada de fantasmas. Para descubrirlos se han ideado los Ghost tours, que son visitas guiadas por los rincones más tenebrosos en los que descubrir historias de terror acaecidas en los siglos XVIII y XIX.
New Town
Ésta es la parte de la ciudad en la que se aprecia una bella arquitectura georgiana. Pasear por sus calles es una delicia, especialmente por los jardines de Princes Street, donde descubrir la escultura dedicada a Walter Scott. También en este barrio uno puede empaparse de arte contemporáneo en la Scottish National Gallery of Modern Art o rebuscar en la múltiples tiendas algún regalo interesante, o incluso atiborrarse a marisco en Mussel Inn, donde sirven excelentes mejillones. Otra atracción interesante es el Britannia.
El yate que sirvió a la monarquía británica durante medio siglo y que es hoy un museo que permite explorar sus dependencias (los salones, el camarote de la reina…) mientras se desgrana la historia de esta emblemática residencia flotante.
Calton Hill
La llaman la Atenas del Norte por sus edificios clasicistas y es el lugar donde se toma la mejor foto. Nos referimos a Calton Hill, la colina del este de la ciudad, escenario inconfundible de la mayoría de postales de Edimburgo.
Desde sus senderos ondulantes, no solo se aprecian las ordenadas calles de la New Town sino también el arrebolado cielo del ocaso. Y su estrambótica colección de monumentos neoclásicos resulta un marco perfecto para despedir la ciudad.
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