El campus siempre estaba lleno de vida, estudiantes compartiendo risas, sueños, e incontables horas de estudio. Pero entre ellos, Valeria se movía como una sombra. Aparentemente una estudiante más, su lujoso departamento cerca del campus escondía oscuros secretos.
Una noche, después de un encuentro fortuito en la biblioteca, invitó a Lucas a su hogar. Entre risas nerviosas y conversación banal, Valeria sirvió un brebaje especial. Pronto, las risas se silenciaron, y su departamento se convirtió en un templo de sombras, donde Lucas fue ofrecido a la deidad que ella servía.
Cada sacrificio alimentaba a la deidad, pero también dejaba cicatrices en el alma de Valeria. La carga de su doble vida comenzaba a ser insostenible.
Pronto, notó que alguien la observaba. Esteban, con su mirada penetrante, parecía haber visto más allá de su máscara. Sus encuentros en el campus se convirtieron en juegos de inteligencia y astucia. Esteban, recopilando pruebas; Valeria, tejiendo redes de engaño.
Una tarde nublada, bajo la silueta de un antiguo roble, Esteban la enfrentó. "Conozco tu secreto", susurró. Ella, con un destello helado en sus ojos, simplemente respondió: "Entonces sabrás el peligro que corres".
Valeria se sintió acorralada. Cada paso, cada mirada, se sentía como una trampa. Una noche, el sonido de un canto antiguo resonó en su departamento. Los líderes de la secta habían llegado. No estaban dispuestos a permitir que su preciosa servidora fuese descubierta.
Al amanecer, el campus despertó envuelto en un silencio sobrenatural. Dos estudiantes habían desaparecido sin dejar rastro. Las sombras habían reclamado a Valeria... y a Esteban. La deidad había sido alimentada, y la secta seguía en las sombras, esperando su próximo juego.
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