Siempre fui el escéptico del grupo. Las historias de terror que los pobladores contaban sobre la antigua construcción en las afueras de la ciudad siempre me parecieron tonterías. Y cuando los cinco amigos con los que crecí sugirieron que fuéramos a comprobar si las historias eran ciertas, no lo dudé ni un segundo.
Al llegar, la edificación parecía inofensiva. Las paredes desgastadas por el tiempo y las ventanas rotas daban un aire melancólico al lugar. Reímos y bromeamos sobre lo crédulos que eran los habitantes de la ciudad. Jugamos a asustarnos, gritando y corriendo por las estancias vacías, retándonos a entrar en las zonas más oscuras.
Sin embargo, después de aquella noche, nada volvió a ser igual. Al día siguiente, Lucas, uno de mis amigos, me llamó alterado. Decía que había visto una figura sombría siguiéndolo en el reflejo de su espejo, pero cuando se giró, no había nada. Reí y le dije que dejara de bromear.
Pero las llamadas se sucedieron. Mariana afirmaba que alguien la observaba mientras dormía, pero nunca encontraba a nadie. Andrés escuchaba risas y susurros que venían de ninguna parte. Paula sentía frías caricias en su cuello al anochecer. Y yo, comenzaba a ver sombras en los rincones de mi habitación, desapareciendo cuando intentaba enfocarlas.
Una por una, las tragedias se sucedieron. Lucas desapareció sin dejar rastro. Mariana fue encontrada en su habitación, con una expresión de terror en su rostro, pero sin señales de violencia. Andrés sufrió un accidente en el que su coche se precipitó por un barranco, y Paula... Paula fue encontrada en el mismo edificio abandonado, colgada de una viga, con una nota que decía "No deberíamos haber venido".
Quedamos dos. Roberto y yo. Roberto siempre fue el más temerario, pero ahora estaba sumido en un profundo silencio. Una noche, me llamó. Me dijo que había encontrado una forma de librarse de la maldición, pero que debía hacerlo solo. Al día siguiente, su casa ardía en llamas. No encontraron su cuerpo.
Ahora solo quedo yo. El miedo ha invadido mi vida. Evito la oscuridad a toda costa. Cada rincón de mi hogar está iluminado, algo que exaspera a mis padres. No salgo después de anochecer y evito cualquier reflejo, temiendo ver una figura detrás de mí.
La construcción abandonada se llevó a mis amigos y cambió mi vida para siempre. Ahora soy prisionero del miedo, atormentado por las sombras del pasado y los susurros que me recuerdan cada noche nuestra imprudente aventura.
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