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Una villa navarra de casas blancas y calles empedradas, atravesada por el río Anduña, a puertas de la Selva de Irati.
El nombre Ochagavía (u Otsagabia) proviene del euskera “otso”, que significa “lobo”, y “kabia”, que significa “nido”, de ahí que se traduzca, literalmente, como “nido de lobos”. Siendo una de las puertas de entrada a la Selva de Irati y estando rodeado de bosques y montañas, Ochagavía convivió, durante siglos, con el temor de la presencia de los lobos que habitaban el valle. La última vez que se avistó (y cazó) un lobo en Ochagavía fue a mediados del siglo pasado, sin embargo, la estrecha relación entre este animal y la villa quedó sellada para siempre en su nombre y en el escudo, tanto del pueblo como del valle de Salazar: un lobo con un cordero en la boca.
Un puente medieval, tres palacios y una iglesia
Al llegar a Ochagavía, lo primero que salta a la vista es el hermoso puente de piedra medieval erigido sobre el río Anduña, cuya silueta enmarcada por las pintorescas casas del paseo principal se ha convertido en una de las postales más representativas de la villa. Este es el punto de partida perfecto para recorrer y perderse por las calles empedradas del pueblo, descubriendo así los variopintos rincones de Ochagavía.
Por encima de los tejados de las casas se atisba la antigua torre de la Iglesia de San Juan Evangelista, un edificio del siglo XVI que alberga en su interior varios retablos renacentistas y barrocos que han sobrevivido a los estragos de la historia. Paseando por Ochagavía, también destacan los palacios medievales de Urrutia, Iriarte y Donamaría, así como los caseríos blasonados. En la paleta de tonalidades blancas y grises que domina la villa resaltan las flores que decoran los balcones de las casas y los eguzkilore, un símbolo de protección el hogar de la mitología vasca, colgados en las puertas.
A un lado del río se encuentra la Antigua Estación Patatera y los bares Iratibizkar y Artzai, dos lugares ideales para tomar algo disfrutando de las vistas de Ochagavía. Al otro lado está la tienda de productos locales Erletxo: sabores del bosque, en la que se puede comprar desde chocolates hechos en la selva Selva de Irati, mermeladas artesanales, miel de caserío o pastas tradicionales, hasta sidra, vino autóctono o queso Roncal, elaborado en el Pirineo navarro.
Las casas tradicionales de Ochagavía
En Ochagavía, las casas señoriales de piedra pintadas de blanco, con tejados a dos aguas y contraventanas y puertas de madera, son más importantes que las calles e incluso que los apellidos de las personas que las habitan. De hecho, en Ochagavía, preguntan “¿de qué casa eres?” en vez de “¿de qué familia eres?”, reforzando la tradición vasca que considera que la casa o el caserío no es simplemente un edificio, sino un miembro fundamental de la familia. Los nombres de las casas (casa Ochoa, casa Indiano, casa Fugas, casa Pomposo) están escritos en la entrada de las mismas, junto a la puerta, anunciando así la identidad de cada hogar.
Más allá de las casas, la villa está dividida en cuatro barrios: Urrutia, que quiere decir “el lejano” y está ubicado al otro lado del río; Irigoyen, que significa “encima de la ciudad” y está en la parte superior del pueblo; Iribarren, que se traduce como “dentro de la ciudad” y es el barrio de la zona inferior; y Labaria, cuyo nombre, “al lado del horno” hace referencia al lugar en el que se encontraban los antiguos hornos de Ochagavía. Las calles de la villa no tienen nombre, por lo tanto, la forma de localizar una casa es por el nombre de esta y el barrio en el que se encuentra.
En 1894, durante la Guerra de la Convención, los soldados franceses arrasaron Ochagavía, provocando un incendio que terminó con prácticamente todas las casas y los tres palacios medievales del pueblo. Poco después, la villa se reconstruyó, dejando, esta vez, un palmo de separación entre los edificios (para evitar que las llamas se propagasen por las calles como sucedió durante el ataque, en caso de que hubiese otro incendio), pero siendo completamente fieles al estilo arquitectónico original y característico de Ochagavía.
Orhipean de Ochagavía
La fiesta más importante de esta localidad se celebra el viernes y el sábado del último fin de semana de agosto o el primero de septiembre, dependiendo del año. Se trata del Orhipean de Ochagavía o la Fiesta de los Oficios y las Tradiciones, una festividad en la que, aprovechando la sensación de atemporalidad que invade la villa, se cubren las señales de tráfico, los carteles y cualquier elemento que permita identificar que estamos en el siglo XXI, y se recrea un día cualquiera de 1900.
Por las calles se pueden ver los distintos oficios que se han llevado a cabo en Ochagavía a lo largo del tiempo: mujeres vestidas de lavanderas a orillas del río, hilanderas con sus ruecas, panaderos haciendo pan o incluso pastores elaborando queso. Además, la celebración se complementa con un mercado artesano en el que se pueden degustar los mejores productos locales del valle de Salazar.
A un paso de Ochagavía
Visitar Ochagavía también es la oportunidad perfecta de adentrarse en la maravillosa Selva de Irati, que se encuentra a tan solo 10 kilómetros del pueblo. Irati es el segundo hayedo más importante de Europa, después de la Selva Negra de Alemania, y, entre muchos otros elementos, alberga el monte Ori, cuyo pico, situado a 2021 metros de altura, es una de las cumbres más altas del Pirineo navarro.
Otras visitas interesantes que se pueden hacer a escasos kilómetros de Ochagavía son la ermita de Muskilda, construida en el siglo XII sobre el monte que lleva su nombre, desde donde se pueden contemplar la villa y de la Sierra de Abodi; el Museo de las Estelas de Abaurregaina, que es el único museo, laberinto y cementerio del mundo; la Antigua Fábrica de Armas de Orbaizeta, donde se asentó el principal centro industrial militar del norte de España durante el siglo XVIII; y los ancestrales cromlech y dólmenes alzados durante las Edades de Bronce o de Hierro, esparcidos por las fascinantes tierras boscosas de Navarra.
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