En lo más profundo de la noche, en medio de una densa oscuridad, se alzaba un edificio abandonado, devorado por el tiempo y el abandono. Las paredes desconchadas goteaban humedad, y el aire rancio se mezclaba con un sutil aroma a podredumbre. Las ventanas rotas dejaban pasar la tenue luz de la luna, formando en el suelo un ajedrez de sombras que parecían cobrar vida propia. Cada paso resonaba en el silencio, como si el edificio mismo estuviera tratando de advertir al intruso sobre Su presencia.
En el umbral de la oscuridad, Álex un muchacho valiente e intrépido se aventuró dentro del lugar, impulsado por una curiosidad que ansiaba descifrar los secretos que se ocultaban en su interior. A medida que avanzaba por pasillos polvorientos, el eco de sus pasos se veía acompañado por susurros apenas audibles, como voces distantes que intentaban comunicarse desde la oscuridad.
Sombras, casi líquidas, parecían deslizarse por las paredes, persiguiendo al Alex y desapareciendo justo cuando se giraba para mirarlas. El aire se volvió espeso, y una sensación helada se arrastró por su espalda, como si una mirada penetrante lo estuviera escrutando desde lo desconocido.
El miedo de Alex creció con cada latido de su corazón, y sus sentidos se agudizaron en busca de respuestas. Ruidos arrastrados y golpes suaves parecían provenir de todas partes, y una fría mano pareció rozarle la nuca cuando pasaba por un corredor sombrío. El pánico se apoderó de él cuando una figura apenas perceptible se materializó al final de un pasillo, sus ojos brillando con un resplandor malévolo.
La entidad emergió lentamente de las sombras, su presencia opresiva llenando la habitación. La voz de Alex quedó atrapada en su garganta mientras sus piernas se negaban a moverse. Cada palabra de la entidad resonó en su mente, sus promesas siniestras retumbando en su cráneo como un eco interminable.
Con cada intento de escapar, se encontraba cada vez más atrapado en una telaraña invisible de miedo y desesperación. La entidad jugaba con él, apareciendo y desvaneciéndose, alimentándose de su angustia. El edificio mismo parecía retorcerse y gemir en respuesta a la presencia maligna.
Finalmente, en un clímax aterrador, Álex se encontró cara a cara con la entidad. Sus ojos sin pupilas lo perforaron hasta lo más profundo de su ser, y una risa gélida llenó la habitación. En un último acto de valentía, el chico lanzó un grito desgarrador, y la entidad se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí un eco etéreo que persistió en el aire.
Jadeante y temblando, Álex huyó del edificio, sintiendo cómo la presencia maligna aún lo perseguía. El terror lo acompañó mucho después de haber escapado, dejando una huella indeleble en su mente y un escalofrío persistente en su espina dorsal. Al llegar a su casa no podía creer lo que había sucedido, se fue directo a la ducha pero justo al entrar en el espejo vio una nota que decía “por favor ayúdame”.
-Quien eres? Gritó Álex y que quieres?
No obtuvo respuesta , se metió en la ducha pero al salir se le heló la sangre cuando vio en el mismo espejo algo escrito, cogió la toalla y se acercó. “por favor ayúdame, me llamo Sofía y tengo 12 años estoy atrapada con unos hombre malos”.
-Pero donde? En qué sitio? Dime algo más para poder ayudarte. En el edificio abandonado cuando estuve allí eras tú quien me atormentaba? Preguntó Álex asustado.
Espero un rato pero Sofía no contestó. Se dirigió al salón y se tumbó en el sofá, del mismo cansancio o miedo se quedó dormido unos instantes y fue cuando escucho la voz de una niña.
“Por favor ayúdame, estoy en el sótano del edificio abandonado”.
Oh! Dios mío, no puede ser he estado allí hace un rato y no he visto a nadie está totalmente desierto ese lugar, pero iré de nuevo para poder ayudarte – respondió Álex.
Sin pensarlo cogió su mochila y una linterna y se fue de nuevo al mismo lugar que hace unos instantes había salido corriendo aterrorizado. Cuando llegó allí entró por la entrada principal que aún estaba abierta, y se dirigió hacia el sótano, en un pasillo largo y estrecho se alzaba una puerta de color rojizo carcomida por el paso del tiempo, la abrió cuidadosamente y bajó las escaleras de piedra en forma de caracol, cuando de repente un aire frío recorrió su cuerpo, dejándolo casi sin aliento. Continuó por una pequeña apertura en el fondo de la pared, se escuchaban ruidos y el goteo de lo que parecía agua.
Encendió su linterna pues ya casi no se veía de la luz que entraba del edificio, se adentro un poco más en la sala y se quedó petrificado cuando delante de él se encontraba un ataúd sellado. Se acercó un poco más temblando apenas podía aguantar la linterna, alumbró la lápida que era de mármol macizo, y había una inscripción.
“Sofía” (1806-1818). “Que nunca descanses en paz “.
De pronto unos golpes que provenían del ataúd hicieron que Álex pegase un grito de horror, asustado y atemorizado decidió salir corriendo de ese lugar, mientras volvía una mano huesuda y maloliente le tocó el hombro y lo paro en seco.
-Donde te crees que vas, Álex? Una voz de ultratumba resonó en sus oídos.
Al darse la vuelta había un ser horrible mitad monstruo, mitad humano, con la carne podrida colgando de su cara, y sus ojos vacíos como la noche.
-Sofía, quiere conocerte, dijo el monstruo.
Estaba a punto de perder la consciencia cuando vio como el ataúd se abría muy despacio, y de él salió una niña preciosa de cabellos dorados y ojos azules como el mismísimo cielo. De repente su rostro cambio por completo y se puso pálida, sus ojos rojos como el infierno y le salieron unos colmillos enormes de sus labios, se abalanzó sobre Álex y le mordió en el cuello succionando toda su sangre, cayendo su cuerpo al suelo sin vida cuando la niña le susurró al oído.
“Tranquilo Álex, en un rato volverás a la vida, pero no la vida que conocías antes, eres muy guapo así que te convertiré en mi súbdito preferido y quiero que me traigas chicas jóvenes, para saciar mi sed de sangre y la de todos nosotros”
( Tomado de las redes)
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