CanalNochesInquietantes
Cuando nos mudamos a esa antigua casa en Villahermosa, lo único que sentíamos era emoción y una leve curiosidad por los misterios que encerraba. Al principio, la presencia en la casa parecía amigable, casi juguetona. Varias veces, al pasar de una habitación a otra, vislumbré la figura de lo que creí que era un duende. Era una criatura pequeña y, a su manera, bonita, con una apariencia encantadora que despertaba más curiosidad que miedo.
A menudo, lo veía correr de un cuarto a otro, como un destello fugaz en el rincón de mi ojo. Incluso llegué a sonreír al pensar que teníamos un duende en casa. Pero todo cambió gradualmente. Los objetos comenzaron a desaparecer, se escuchaban golpes en las paredes y susurros en las noches. Aunque intentábamos convencernos de que eran meras coincidencias o trucos de nuestra imaginación, el ambiente en la casa se tornó más opresivo.
Las apariciones del duende, que una vez me parecieron amistosas, empezaron a inquietarme. Es más, hasta iba mandar mi historia al Equipo de Noches Inquietantes para contar que no todos los duendes son malos.
Ya no era la figura encantadora que había visto al principio. Su rostro, antes amable, se torció en una expresión burlona y malévola. Las risas juguetonas se convirtieron en carcajadas siniestras que resonaban en los pasillos durante la noche.
Con cada día que pasaba, el ambiente se volvía más tenso y aterrador. Las sombras parecían moverse con vida propia, y los susurros se transformaron en voces amenazantes. Una noche, mientras yacía despierto en mi cama, vi claramente la verdadera naturaleza de la criatura: no era un duende, sino un demonio, una entidad oscura que se deleitaba con nuestro miedo y confusión.
Decidimos que era hora de irnos, de dejar atrás esa casa y su presencia maligna. Pero, tras mudarnos, una mañana, después de una noche lluviosa, encontramos huellas pequeñas en el fango fuera de nuestra nueva casa. El terror nos invadió al comprender que la entidad nos había seguido. No era la casa la que estaba embrujada, sino nosotros, marcados por una presencia que se negaba a dejarnos ir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario