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Arnes es una de las principales puertas a un parque natural que esconde unas pozas increíbles
Quien ha pasado un tiempo en Cataluña ha escuchado a hablar de los gorgs o gorges, unas piscinas naturales con o sin saltos de agua y que ofrece a los visitantes una experiencia única.
Para quien no los conozca, se trata de espacios en medio de la naturaleza, en las montañas y que son una especie de oasis para el verano. Sus aguas frescas suponen un regalo para aquellos que hayan caminado algunos kilómetros hasta llegar hasta allí.
Espacio único
Las gorges se cuentan por centenares en Cataluña, pero algunas destacan sobre el resto por su particular belleza. Una de estas es el Toll de vidre.
Su nombre ya describe lo que uno se puede encontrar allí, una poza tan sumamente limpia que, cuando no cae el agua de la cascada, parece estar hecha de cristal. Un remanso de paz.
Cómo llegar
Como pasa con todas las gorges, llegar hasta aquí implica dejar el coche a un lado. Uno se debe calzar cómodo para adentrarse en la montaña que las acoge, caminar algunos kilómetros y disfrutar. El espacio lo merece.
Al estar ubicado en el parque natural del Ports, en la zona de Tortosa, donde la entrada de vehículos está restringida. Lo más cómodo es tomar la C-12 desde la capital de la comarca del Baix Ebre hacia Benifallet y, antes de llegar hasta esta localidad, desviarse a la izquierda por la N-230b en dirección Prats del Comte. Una vez allí se debe tomar la T-333 hasta Arnes, el pueblo que será el punto de partida.
Caminar por la naturaleza
Es recomendable dejar el coche en esta localidad. El camino de acceso al parque se encuentra al final del municipio y está bien indicado, por lo que resulta difícil perderse. El trayecto hasta las gorges de Toll de Vidre es de siete kilómetros y discurre entre caminos asfaltados y forestales. No es demasiado complicado, por lo que está al alcance de montañeros no expertos.
Al final de este camino, con un desnivel no superior a 330 metros, se encuentra uno de los espacios más bellos de la zona. Una poza, técnicamente ya ubicada en Aragón, con un pequeño salto de agua que muere en una playa a ras de suelo, con piedras en su interior.
Baño refrescante
En este espacio la desconexión es absoluta. El agua, que suele estar bastante fría, cae limpia y perdura limpia en este gorg que refresca al viajero tras sus siete kilómetros de caminata.
El refrescante baño es todo un lujo en verano que hace que el excursionista emprenda el camino de vuelta completamente renovado y con la sensación que ha conocido un paraje único.
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