domingo, 28 de enero de 2024

Canal Viajar : Kioto, o el aroma milenario de Japón: cinco básicos en la ciudad de las geishas

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Jardines de guijarros, bosques de bambú y más de dos mil templos y santuarios la convierten en la capital espiritual del país

Kioto

Es el Japón que todo el mundo identifica: el de las geishas y las casas de té, el de los armoniosos jardines y las enseñanzas zen, el de las costumbres ancestrales y la cultura milenaria. Kioto es una ciudad tocada por la tradición, por el orgulloso latido imperial que ha quedado impreso en la que fuera la capital del país durante más de once siglos.

Kioto, destinos New York Times

Nada menos que diecisiete monumentos Patrimonio de la Humanidad conforman su legado, el mismo que la convierte en un manantial de sabiduría oriental y en la capital espiritual del país. Y aunque todo lo que hay para ver no cabe en este reportaje, esto es lo que, a grandes rasgos, no te puedes perder:

El Templo Dorado

Es una de las grandes postales de Kioto: el templo de Kinkaku-ji, del siglo XIV, cuya aparición, de pronto, entre los cerezos, corta la respiración. Construido en 1397 como casa de retiro, y reconstruido tras un incendio en 1950, su idílica imagen sobre un lago que devuelve los reflejos de oro lo convierte en uno de los favoritos, por lo que hay que tener en cuenta que, eso sí, suele estar siempre muy concurrido.

El Kinkaku-ji o Pabellón Dorado de Kioto. Cubierto con pan de oro, fue construido como villa de descanso de un "shogun" en 1397 y se quemó varias veces en la guerra Onin.

El complejo de Nanzen-ji

Además de contener otro de los templos más atractivos, cuenta con un amplio recinto y numerosos edificios subalternos. El complejo de Nanzen-ji, al que se accede por la majestuosa puerta de San-mon, es el lugar perfecto para explorar cada uno de los templetes y después abordar el llamado Camino de la Filosofía (Tetsugaku no michi), una refrescante ruta de dos kilómetros que discurre paralela a un canal. En primavera, con los cerezos en flor, y en otoño, con los arces encendidos en rojo, es especialmente fotogénico. Muy cerca, además, aparece el Kioto más antiguo: el de los barrios de las machiyas, esas casas tradicionales de madera que resisten al paso del tiempo.

Nanzen-ji, Kioto

Los monumentos civiles

Para no abrumarse con tanta espiritualidad, conviene tomarse un respiro, por ejemplo, con el Palacio Imperial, que goza de unos jardines extraordinarios, o el Castillo de Nijo, en cuyos interiores, revestidos de tatamis y puertas de papel de arroz, destacan los suelos del ruiseñor, así llamados porque, al pisarlos, producen un sonido similar al canto de estas aves. Su estilo marcadamente ostentoso esconde la intención de demostrar la pérdida de poder del emperador.

Castillo de Nijo, Kioto

Fushimi Inari

No puede pasarse por alto este enigmático santuario dedicado al dios del arroz y el sake. Fushimi Inari, emplazado a las afueras de la ciudad, es una sucesión de templos en zigzag que se extienden a lo largo de un sendero flanqueado de toris (las puertas rojas que preceden la entrada de los santuarios shinto). Aunque pocos saben que su razón de ser es el culto a prosperidad, resulta imposible no contagiarse de la magia de este túnel infinito que es como un pasadizo hacia ninguna parte.

Fushimi Inari, Japón

El bosque de bambú de Arashiyama

Este barrio del oeste de Kioto, emplazado al pie de las montañas y bañado por el río Hozu, alberga el santuario vegetal más bello y místico de Japón. Sumergirse en el encantador bosque de bambú, cuyos tallos se mecen al son del viento mientras la luz se cuela a fogonazos, no sólo supone depurar el alma (según la filosofía nipona), sino también disfrutar de una belleza única que se combina con varios templos repartidos por la zona y la encantadora villa de Okochi-Sanso.

Bosque de bambú de Arashiyama, Kioto

Recorrer sus caminos circundados por altísimos troncos de bambú supone una experiencia sensorial perfecta para entrar en contacto con la naturaleza. Y es que perderse por el bosque de bambú de Arashiyama, en Kioto, es prácticamente obligatorio.Pero aquí no solo encontramos belleza, también es paz que se disfruta con la suave brisa que mece los troncos de bambú. ¿Sabías que el gobierno japonés ha declarado a éste como uno de los 100 sonidos a preservar en Japón?

Eso sí, al ser uno de los lugares más fotografiados, conviene madrugar para sortear las multitudes.


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