La estación se presenta como una joya escondida del estilo arquitectónico catalán más espléndido: te contamos todos los detalles para que no te pierdas nada
Cataluña atesora un sinfín de construcciones arquitectónicas únicas. Y no solo en ciudades tan icónicas como Barcelona o nombres de primer nivel como Antoni Gaudí o Domènech i Montaner. Hay mucho más repartido por todo el territorio catalán.
Una de las principales particularidades de la arquitectura modernista es que dotó de belleza a edificios funcionales, con lo que ciudades enteras, como Barcelona, parecen estar decoradas por este estilo que mezclaba naturaleza y funcionalidad para crear sus bellísimos diseños. Un espectáculo visual increíble.
Pero en esta ocasión te traemos algo menos mediático y más desconocido. Entre los tesoros ocultos del modernismo catalán, hay uno que destaca por lo desapercibido que pasa. Cada día, centenares de personas, si no miles, pasan por allí y hacen uso de sus instalaciones. En cambio, no saben que están bajo una pieza única.
Así es la estación de tren modernista
En la capital del Garraf, Vilanova i la Geltrú, no Sitges, hay un edificio en cuestión que destaca por sus vidrieras, sus azulejos y su estructura. Su creador es Jeroni Granell i Manresa, un reconocido arquitecto que, en 1881, creó una pieza modernista única y útil.
A pesar de que para muchos es solo la estación de Vilanova, este edificio es toda una joya modernista. Solo hace falta contemplar las vidrieras elevadas y estrechas, propias de la época que dejan pasar la luz a las tres plantas de este edificio con acabados de hierro forjado.
La estación de Vilanova y la Geltrú, que puede ser menos impresionante que otras como la de Portbou, es un referente arquitectónico y fue usado como modelo de muchas estaciones. Sus grandes dimensiones, además, son reflejo de la importancia que tenía una ciudad como la de Vilanova que, incluso a día de hoy, es estación de origen y destino de Rodalies.
El ferrocarril siempre ha sido un transporte clave en el mundo. Desde la construcción de la primera línea en España, la de Mataró-Barcelona, se empezó a extender por doquier. La llegada de esta nueva máquina supuso una revolución y muchas de sus estaciones dan fe de su importancia. Una de ellas es Vilanova, pero hay más. Destacamos aquí dos de ellas.
Esta es la historia de la estación de Vilanova i la Geltrú
Podríamos decir que esta estación tiene 10 años y casi un siglo de historia a la vez. Y no mentiríamos. Fue el año 2003 cuando este apeadero se rebautizó con el nombre de Lleida-Pirineus para la llegada del AVE. Pero en realidad, su estructura original, que todavía se mantiene (aunque ampliada) es de 1927.
Los Pirineos están lejos, sí, a 180 kilómetros, porque los trenes llegan al centro de esta capital y se necesita vehículo propio o autobús para llegar a las montañas. De todos modos, merece bajarse o acercarse para contemplar los elementos modernistas que cubren los andenes, con una estructura de hierro curvado, adornado con cristales para estar a resguardo de las lluvias y el frío. También merece la pena salir a la remodelada Plaza Ramón Berenguer y contemplar como la fachada del edificio comulga y se integra en el paisaje urbano de la ciudad y atravesar su diáfano vestíbulo de elevados techos.
¿Qué otros referentes modernistas encontramos en Cataluña?
Esta tiene un nombre que lleva a confusión, pero que, como muchos saben, está ubicada en Barcelona. Al lado, además de varios lugares turísticos. Enfrente, el barrio del Born; al lado, el parque de la Ciutadella con el Parlament de Cataluña y el Zoo de Barcelona; y a las espaldas, el barrio de pescadores de La Barceloneta y el Mediterráneo. Hablamos de la Estació de França.
¿Y la estación? Es increíble. Majestuosa. Con sus grandes dimensiones, llega a tener 13 andenes cubiertos por una enorme estructura de hierro, una doble marquesina de más de 200 metros de largo. Pero si esto impresiona, su vestíbulo es digno de un palacio.
Diseñada para la exposición universal de 1929, la Estació de França recibe al viajero en un vestíbulo de estilo novecentista con una ornamentación de lujo que combina el mármol y bronce. Todo al gusto de la burguesía de aquella época. A muchos les recuerda a la estación de Orsay de París, ahora, constituida como museo. Será por algo.
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