CanalViajar
Tiene una curiosa historia que implica a dos soldados, una botella de ron y una de vino.
Más de 7.000 islas se reparten por el mar Caribe entre los 17 países de la región que se encuentra entre América del Sur, Central y del Norte. Desde Jamaica hasta las Bahamas, pasando por Cuba, Martinica o República Dominicana, todas ellas han sido testigos y protagonistas de una historia de conquistas y apropiaciones que han ido conformándolas tal y como son hoy.
Algunas han mantenido costumbres, idiomas, tradiciones o genes, aunque han logrado desmarcarse y crear una identidad propia. La diminuta isla de San Martín o Sint Maarten es un ejemplo de ello, con una de las crónicas más peculiares de toda la zona. Ubicada cerca de Puerto Rico y perteneciente a las islas de Sotavento, cuenta con una superficie de unos 90 kilómetros cuadrados, 15 kilómetros de longitud y 13 de anchura.
Lo curioso de esta isla de limitadas dimensiones es que está dividida en dos, la parte norte y la sur, la parte francesa y la holandesa. Allí se paga en euros, florines y dólares; se habla francés, holandés e inglés; cada división tiene una central eléctrica, pero solo hay una carretera principal por la que conducen vehículos con volantes personalizados. La frontera es real, pero ya funciona de manera casi simbólica.
La imposición de la frontera
Además, cada partición del terreno cuenta con una capital distinta. La de Francia es Marigot y la de Holanda es Sint-Marteen. Aquella división no se decidió de manera aleatoria, aunque tampoco de una forma tan seria como pudiéramos imaginar. Un soldado de cada bando fue colocado en el mismo punto de la isla y se les ordenó rodear perimetralmente la isla, cada uno por su lado.
El punto final de encuentro fue donde se fijó la frontera. Los lugareños cuentan que sus únicos suministros eran una botella de alcohol. La diferencia es que el holandés llevaba ron y el francés vino. Se dice que la razón por la que hay más territorio francés es que el ron es más fuerte y entorpeció la caminata del holandés. Así se convirtió en la única frontera europea fuera de Europa.
Unos habitantes únicos
Esto no ha impedido a los habitantes vivir de la manera típica caribeña, con la arquitectura colorida y de casas bajas que tanto caracteriza estas islas, así como la gastronomía autóctona. Se celebran también varios festivales de música importantes y sus playas son perfectas para relajarse, aunque bien podrían convertirse en el escenario de una película.
Dos aviones al día la sobrevuelan a una altura tan baja que los bañistas pueden sentirse como Cary Grant en 'Con la muerte a los talones'. Los isleños se caracterizan por ser únicos y los sanmartinenses no iban a ser menos. Su amabilidad supera las diferencias que existieron sobre el territorio varios siglos atrás y pasean de un país a otro como si la frontera hubiera dejado de ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario