sábado, 18 de mayo de 2024

Canal Viajar : Ruta vinícola de Martlborough: entre viñedos y montañas nevadas en Nueva Zelanda

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Al otro lado del mundo, también hay buen vino.

Esto es Nueva Zelanda

Este sí es un rincón del mundo, uno bastante inexplorado. Nueva Zelanda siempre está lejos, siempre está más allá, siempre está cerca de las antípodas, más allá de las antípodas: algo por definición imposible. Nueva Zelanda, podemos decir, es tierra de imposibles. Si superas las distancias y cruzas, vuelas el mundo para aterrizar aquí, bueno, se abren un montón de posibilidades, entre ellas: hacer una ruta de buen vino, buen beber, buenos paisajes. En esta isla se han grabado películas de esas que no puedes creerte la belleza que ves, por ejemplo, Juego de tronos. En este viaje, algo espirituoso, puedes emular la mítica frase de uno de los personajes, Tyrión Lannister, que nunca suelta el vaso de vino. “Eso es lo que hago”, se defiende cuando le interpelan por su inacción, “bebo y sé cosas”.

El océano Pacífico y las montañas de Nueva Zelanda, paisaje del vino

¿Dónde?

El lugar indicado sería Marlborough, en las esquina nororiental de la isla sur de Nueva Zelanda. Esta región disfruta de abundante luz solar y de un clima templado durante todo el año. Así que en cualquier época serás bien recibido. El entorno lo conocemos: el océano Pacífico (que no lo es tanto) rodea las islas, y una hilera de montañas con cimas nevadas protege el este de la isla. Entre estos dos colosos naturales, transcurrirá el viaje. Un viaje con voluntad de descubrir una cultura lejana, un vino diferente al que conocemos en nuestras riberas.

Cultura y vino

El pueblo maorí, una etnia polinésica que habita estas islas desde tiempos pretéritos, encuentra la poética en lo cotidiano, como buenos aficionados a contemplar la naturaleza: “el lugar con el agujero en la nube”, le llaman a estas zonas, por el sol constante, por el calor que seca el norte de la isla del sur.

Una bodega de Marlborough al caer el sol

En cuanto al vino: el éxito de esta región se atribuye a sus suelos pedregosos. Fue en 1873 cuando el escocés David Herd plantó la primera viña y pasaron casi cien años antes de que se reconociera el potencial agrícola. El Sauvignon Blanc es probablemente el más prestigioso, seguido de cerca por el Pinot Noir o el Chardonnay.

Hoy en día, hay más de 40 bodegas (y más de 20.000 hectáreas de viñedos. La mayoría de productores locales) donde degustar el vino de nuestras antípodas más lejanas. Ya que estamos allí, entre uva y vaso, podemos sacar un momento para cerciorarnos de si el agua gira hacia al otro lado en ese lado del mundo. En coche o en bicicleta, recorrer las bodegas es un placer estético y gustativo.  

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