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Imposible no salir bien comido y bebido.
En el corazón de Logroño, capital de La Rioja, se encuentra una calle que, aunque pequeña en tamaño, es gigante en fama: la Calle Laurel. Con tan solo 200 metros de longitud y más de 80 bares, se ha convertido en el epicentro del tapeo en España. Si eres amante de las tapas y quieres disfrutar de una experiencia gastronómica única, este es el lugar ideal para ti.
Repleta de bares, la Calle Laurel se llena de vida especialmente a partir de las nueve de la noche. A esa hora, los bares sacan sus mejores pinchos y los visitantes se sumergen en un festín de sabores. Y lo mejor es que esta experiencia no tiene que ser costosa: un pincho y un corto de cerveza pueden disfrutarse por alrededor de 2,30 euros. Es la perfecta combinación de sabor y asequibilidad, algo que hace de esta calle un destino imperdible tanto para locales como turistas.
La ruta del tapeo: una explosión de sabores
La esencia de la Calle Laurel radica en la diversidad de sus bares, cada uno con su propia especialidad. El ambiente es vibrante y las tapas, exquisitas. El bar Blanco y Negro, considerado el más antiguo de Logroño, destaca por su emblemático "matrimonio", una deliciosa combinación de anchoas, boquerones y pimiento verde. Este clásico es solo una muestra de la creatividad y tradición que se mezcla en cada rincón de esta calle.
Otros bares que brillan por sus creaciones son el Soriano, famoso por sus champiñones con gambas y una salsa secreta que ha cautivado a generaciones de comensales, y el Jubera, conocido por sus crujientes patatas bravas, una tapa esencial que nunca pasa de moda.
Cada bar tiene su toque especial, y la tradición es recorrerlos para probar lo mejor que cada uno tiene que ofrecer. Este hábito, conocido como "poteo", es más que un simple recorrido gastronómico, es una celebración de la cultura española en su máxima expresión.
Un ambiente que conquista los sentidos
El encanto de la Calle Laurel no solo reside en la calidad de sus tapas, sino también en el ambiente que se vive. La música, las risas y el constante ir y venir de personas crean una atmósfera que convierte cada visita en una experiencia única. Los visitantes no solo van por la comida, sino por la experiencia social, la oportunidad de compartir buenos momentos entre amigos y con otros aficionados del tapeo.
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