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En Calatañazor parece haberse detenido en el tiempo hace muchos años. Con sus calles empedradas, casas de piedra y tejados de teja árabe enamora nada más poner un pie en él e incluso se olvida el pequeño detalle de no tener mucha cobertura para meterse más en la piel de aquel soriano que vivía en sus casas hace unos cuantos siglos.
Este pueblo siempre estará unido al famoso dicho “en Calatañazor perdió Almanzor el tambor”
La gran mayoría de casas conservan su estructura original, con fachadas de piedra y entramados de madera. También son características de este pequeño pueblo de 50 habitantes sus chimeneas de forma cónica. Algo que convierte su “skyline” en algo único y reconocible. Además, muchos de los balcones de sus casas están decorados con flores, lo que añade un toque de color y vida al entorno medieval en época de buen tiempo.
El final del camino
Uno de los rincones más encantadores es la Plaza Mayor. Igual cuesta reconocerla ya que no es cuadrada o rectangular, como la mayoría de las plazas; aquí tiene una forma más triangular. Eso sí, en el centro destaca el típico rollo que representa la Justicia medieval y recuerda el hecho de que Calatañazor tenía el privilegio de poder juzgar.
Cualquier calle del pueblo termina en la parte más alta, donde esperan los restos de lo que fue una gran fortaleza. Construida en el siglo XII, ofrece unas vistas espectaculares del valle del río Abión. A su lado, la iglesia de Nuestra Señora del Castillo, del siglo XIII, destaca por su estilo románico y su sobriedad arquitectónica.
Con leyenda incluida
Calatañazor siempre estará unido al famoso dicho “en Calatañazor perdió Almanzor el tambor”, y es que el pueblo le dio nombre a una de las batallas más épicas entre cristianos y musulmanes. Por el año 1000, Almanzor era el máximo enemigo de los reinos cristianos, motivo por el que su muerte esté rodeada de mitos y leyendas. Fue aquí donde perdió una de las batallas más importantes, un punto de inflexión en su trayectoria ya que se supone que perdió toda la alegría y la ilusión (o su tambor) y murió poco después en Medinaceli, pueblo muy cercano y también destacado entre los pueblos más bonitos de nuestro país.
Para recordar esta leyenda, con la que los historiadores no siempre están de acuerdo, en Calatañazor hay una estatua que recordará para siempre a Almanzor, eso sí, sin tambor.
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