viernes, 8 de noviembre de 2024

El hotel modernista más desconocido del centro de Barcelona que oculta una increíble historia de amor

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Entrada de El Palauet

Entrada de El Palauet EL PALAUET

Cuando uno piensa en el centro de Barcelona, no sólo le viene el eje comercial que conforman la Plaça Cataluña y el Portal de l’Àngel. Passeig de Gràcia es, seguramente, una de las vías más frecuentadas por el turista con mayor presupuesto e interés cultural.

La llamada Milla de Oro barcelonesa no solo cuenta con tiendas de las firmas de moda más prestigiosas, también se ubican allí alguno de los edificios más emblemáticos del modernismo catalán. Desde la Casa Batlló y la Pedrera, de Gaudí, la Casa Fuster y la Lleó i Morera de Domènech i Montaner y la Casa Amatller, de Puig i Cadafalch, entre otras. 

Los edificios menos conocidos de Passeig de Gràcia

Allí también se encuentran la Casa Mulleras de Enric Sagnier y la Casa Bonet de Marceliano Coquillat, que también tienen sus fans. En cambio, pocos se paran ante el número 113 del Passeig de Gràcia. Allí, en los llamados Jardinets de Gràcia, hay un pequeño edificio que sólo echarle un vistazo hace sospechar de su estilo.

Bajo el nombre de El Palauet, este hotel no sólo esconde un interior de un modernismo barroco, sino también una historia de amor que muy pocos conocer. Y es que la Casa Bonaventura Ferrer es la joya modernista del centro de Barcelona más desconocida y, quizás, una de las más bellas.

La historia de amor escondida

Proyectado por el arquitecto Pere Falqués i Urpí en 1906, el mismo año en que diseñó las famosas farolas del Passeig de Gràcia conocidas como Bancs-Fanals, el edificio es todo un símbolo de amor. La historia detrás de este edificio comienza con Josep Matheu Mercader, un importante empresario textil de Barcelona, y su esposa, Bonaventura Ferrer. 

Durante sus paseos habituales por el Passeig de Gràcia, la mujer se detenía frente a este edificio, admirando la fachada y soñando con habitar algún día en un lugar así. Fue entonces cuando Josep Matheu decidió hacer realidad el deseo de su esposa: compró el edificio y lo bautizó como Casa Bonaventura Ferrer en su honor. No se trata de una leyenda, el mismo Matheu escribió los sentimientos en forma de poesía sobre un pergamino que hace poco se halló en el edificio. 

Fachada de la Casa Bonaventura Ferrer

Fachada de la Casa Bonaventura Ferrer

Casa familiar y centro de negocios

La Casa Bonaventura Ferrer se convirtió el hogar de la familia Matheu Ferrer y en un punto de encuentro para el comercio textil, ya que la familia reformó parte del inmueble para crear seis Royal Suites, una para cada miembro de la familia, y una sexta llamada 1906, dedicada a alojar a los clientes internacionales que visitaban Barcelona para adquirir sus telas y tejidos. Unas habitaciones que aún se conservan.

Este espacio, concebido para el lujo y el negocio, albergaba amplias salas de exposición y estancias decoradas con espejos, vidrieras y detalles arquitectónicos únicos, que ahora, reconvertidos en hotel, hacen las delicias de sus huéspedes.

Conversión en hotel

Sus herederos y propietarios han mantenido su estilo modernista y conservando el nombre de El Palauet, as como sus suites. Estas habitaciones llevan, precisamente, el nombre de los miembros de la familia que alguna vez las habitaron: Bonaventura, 1906, Matheu, Josep, Magin y Joan. 

Estas dependencias ofrecen una experiencia de alojamiento exclusiva en espacios de 150 metros cuadrados, cada uno con capacidad para cuatro personas. Estas suites cuentan con dos habitaciones, cocina, dos baños, terraza privada y un embajador disponible las 24 horas del día para atender a los huéspedes, brindándoles un servicio altamente personalizado.

Cómo es el Palauet

Con todos estos juegos, desde su apertura, El Palauet ha acogido a una clientela compuesta por artistas, empresarios y turistas de todo el mundo, quienes pueden reservar una suite por un precio que oscila entre los 1.000 y 2.000 euros, dependiendo de la temporada. Pero si por algo destaca este edificio, más allá de por su historia y su lujo, es por su valioso patrimonio arquitectónico. 

La fachada está decorada con esgrafiados de mariposas y tréboles, y sus balcones de hierro forjado presentan una sinuosa curvatura característica del modernismo catalán. El edificio conserva 57 techos catalogados y lámparas centenarias, que acompañan un ascensor de época. 

Suite de El Palauet

Suite de El Palauet

En su Planta Noble, se encuentra una escalinata de roble que lleva a los visitantes a través de un entorno decorado con bóvedas de vidrieras y trabajos en ebanistería que incluyen balcones y púlpitos tallados. Además, El Palauet cuenta con varios espacios únicos, entre ellos el Salón Conservatorio, que da acceso a un área conocida como el Conservatorio. Este salón, luminoso y cubierto por una cúpula acristalada, alberga una lámpara de 15.000 cristales de Bohemia y da paso a una terraza decorada en trencadís blanco desde donde se pueden contemplar las suites, alineadas en una estructura que evoca una columna vertebral modernista. 

Otro de los espacios que merece una visita es el Espacio Tinell, antiguamente utilizado como carbonera, que aún conserva techos abovedados y columnas con arcos de inspiración romana. Por último, la terraza panorámica del edificio permite a los huéspedes disfrutar de vistas inigualables de Barcelona desde un espacio techado y decorado con forja en hierro.

Un espacio único

Y más allá de sus vistas y legado, el hotel ofrece servicios y prestaciones dignas del siglo XXI. El Palauet ofrece un spa en la terraza. Aquí, los visitantes pueden disfrutar de masajes, cócteles y baños con vistas a la Ciudad Condal, en un entorno diseñado para la desconexión y el confort. Además, el hotel pone a disposición de sus clientes una serie de servicios exclusivos, como chef privado, personal shopper y visitas privadas por la ciudad.

Todo ello hacen de la antigua Casa Bonaventura Ferrer uno de los tesoros modernistas más desconocidos y de mayor lujo, con permiso de la Casa Fuster. Y su historia de amor lo hace todavía más especial. Esto y que pase tan desapercibido a los turistas ofrecen una experiencia única para los barceloneses.

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