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Más de cuatro kilómetros que se hicieron famosos gracias al Tour de Francia
Avanzamos, con mucho tiento, a través de una calzada mítica clasificada como Monumento Nacional y propuesta, incluso, para ser declarada Patrimonio de la Humanidad.
Un paso con mucha historia detrás
La bahía de Bourgneuf se sitúa en la costa atlántica francesa, a la altura de la ciudad de Nantes y justo en el tramo continental donde desagua al mar el río Loira, el de mayor entidad del país galo con más de mil kilómetros de longitud.
Esta bahía se ve abrigada por una isla que pareciera desde el aire una protuberancia de la línea litoral. Se trata de la isla de Noirmoutier, conocida coloquialmente como «la isla de las mimosas».
A partir de 1971 y hasta la actualidad ha sido posible acceder a Noirmoutier mediante el puente del mismo nombre que parte junto a la localidad de Fromentine, pero antes de ese momento y durante muchos siglos, la única manera de llegar hasta ella era gracias al Paso del Gois.
Aunque se habla de la utilización de este paso desde mediados del siglo IX, se cuenta con referencias cartográficas como tal desde los albores del siglo XVIII, aunque no es hasta más de medio siglo después cuando se tiene constancia de que una persona lo atravesara oficialmente. Desde entonces se ha convertido en un lugar legendario que ha jugado entre las continuas intervenciones del ser humano que habitaba estas tierras y las fuerzas de la naturaleza personificadas en el mar.
Entre la isla y el continente se extiende toda una zona de marismas que se inundan a diario debido a las mareas, por lo que el paso se ve sumergido bajo las aguas haciendo impracticable su recorrido de más de cuatro kilómetros de distancia – una longitud excepcional a escala mundial para este tipo de sendas -, siendo la vía sumergible más larga de toda Europa.
Mareas que no permiten ninguna duda
Las corrientes marinas de direcciones opuestas que confluyen en la bahía crean los enormes bancos de arena que se alimentan continuamente cambiando la configuración del terreno y el fondo marino, siendo este paso el resultado de una acumulación de sedimentos sobre un lecho rocoso sepultado.
Los factores naturales y las especiales características que conforman el Paso del Gois han hecho de él una travesía peligrosa, especialmente hasta que se comenzó a instalar balizas de señalización a principios del siglo XIX y, unos años más tarde, puestos de salvamento a los que encaramarse en el caso de verse inmersos en la súbita subida del nivel mar.
Incluso en la actualidad, y aunque los tiempos en los que acontece la marea están perfectamente definidos y expuestos ante los transeúntes, las nueve balizas de socorro continúan teniendo una clara funcionalidad para aquellos que se ven sorprendidos por la gran velocidad a la que se produce la pleamar.
Las únicas treguas que da el mar consisten en una hora y media antes y una hora después de cada marea baja. El resto del tiempo, una subida de entre 1,30 y 4 metros de las aguas hace que se cubra por completo el paso.
No son pocas las imágenes de vehículos devorados literalmente por el océano en este sector de la bahía, por lo que este trayecto sigue estando considerado una de las carreteras más peligrosas del mundo desde que en 1935 se iniciaran los trabajos para asfaltarla sobre el antiguo empedrado realizado en 1872.
Dado que el Puente de Noirmoutier lo ha sustituido desde el último cuarto del siglo XX como vía de referencia entre la isla y el continente, el Paso del Gois ha pasado a ser una atracción turística que congrega a un numeroso número de visitantes cada año. Una atracción que también ha venido de la mano de grandes eventos que han utilizado su peculiaridad como reclamo.
Tal es el caso del Tour de Francia, que pasó por él por primera vez en 1993, habiendo repetido la experiencia en 1999, 2005 y 2011. De todos ellos, el que más se recuerda y que dio una fama internacional al paso fue el de 1999, en el que se produjo una caída colectiva debido al estado mojado y resbaladizo de la calzada.
Otro evento destacado que toma este punto como protagonista es la insólita carrera multitudinaria a pie conocida como «Foulées du Gois», que se realiza desde 1987 en plena subida de la marea, en un auténtico desafío contra el mar.
Pero más allá de la espectacularidad y peligrosidad del paso, aquí se dan cita numerosas especies de aves que se ven atraídas por los pescadores de la zona y las numerosas bases ostrícolas que se sitúan a ambos lados, por lo que la experiencia de llegar hasta este punto de la costa francesa no puede ser más completa.
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