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En la provincia de Girona hay pueblos que no suelen estar entre los destinos turísticos más demandados... ¡y son auténticas joyas!
Viajar al Bajo Ampurdán es como si nos sumergiéramos en un gran plató de cine en el que se rueda un filme ambientado en el Medievo. Pueblos como San Feliu de Guíxols o Bagur conquistan a viajeros que disfrutan con la mezcla de historias marineras, legado artístico y, cómo no, intrigas medievales.
También en Girona gozan de reconocida fama internacional enclaves como Tossa del Mar o Besalú, municipios que, por derecho propio, son destinos imprescindibles para todo aquel que quiera descubrir los secretos ocultos tanto de Girona en general, como de la comarca de la Selva y La Garrotxa en particular.
Palus: el pueblo en lugar pantanoso
Hoy, en cambio, volvemos al Bajo Ampurdán para descubrir un pueblo que, a pesar de la etimología de su nombre, nada tiene que ver con un lugar pantanoso. O al menos en la actualidad. Y es que el vocablo latino Palus derivó en Pals, el nombre del pueblo medieval que nos ocupa.
Descubriendo Pals y su torre de las Horas
El macizo de Begur al sur del municipio y los bosques de pino (tanto piñonero como blanco) conforman el paisaje de una localidad en la que parece que el tiempo se haya detenido. Ya dentro del pueblo, nuestros pasos nos llevan hasta el centro histórico medieval donde descubrimos la torre románica construida entre los siglos XI y XIII, conocida como la torre de las Horas.
Paseando por Pals no le damos tregua a la cámara de fotos. Las calles empedradas salpicadas de fachadas con ventanas ojivales y balcones de piedra nos dejan sin palabras. También la muralla, que consta de cuatro torres cuadradas que datan del siglo IV.
También cuenta Pals con el museo de arqueología submarina, un espacio ubicado en pleno recinto de Ca la Pruna en una casona gótica del s. XV. Obras de pintores, escultores y artistas locales, una colección de cavas y vinos catalanes y la recreación de la farmacia del primer boticario de Pals son algunas de las piezas que podremos contemplar.
Seguimos descubriendo los encantos que hacen de Pals el pueblo medieval que no te puedes perder de Cataluña (o de los más bonitos, porque tiene otros competidores de altura, como Castellfollit de la Roca o Tavertet) y llegamos al mirador de Josep Pla, que nos permite gozar con unas vistas inmejorables tanto de los campos del Ampurdán como de las islas Medas.
Las tumbas en la calle Mayor, la iglesia de San Pere o la plaza Mayor (en la que nos quedaríamos toda la tarde viendo a los parroquianos pasar) son otros rincones imprescindibles en este pueblo dedicado principalmente al turismo, pero que cuenta también con una interesante producción de arroz. De hecho, el arroz de Pals se produce en el Ampurdán y cuenta con la marca de garantía de ‘Productes de l’Empordà’.
Pals también cuenta con una playa que en su día era conocida como El Grau. Hoy se encuentra flanqueada por muchos pinos y plantaciones de arroz, aunque hace siglos ofrecía un paisaje bien diferente con viñas y agua, mucha agua. Quizá de ahí el nombre de terreno pantanoso.
En definitiva, si te apasionan los pueblos medievales catalanes y ya conoces algunos como Tossa del Mar o Besalú, es momento de explorar el Bajo Ampurdán y descubrir tesoros como Pals, el pueblo medieval que todo el mundo debería visitar en Cataluña.
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