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La provincia de Lleida, a medio camino entre España y Francia, se encuentra integrada en el paisaje alpino de los Pirineos, donde destacan sus pueblos, entornos naturales y paisajes imposibles.
Hay lugares, sobre todo en la naturaleza, que solo puedes visitar una vez al año y, en ocasiones, incluso solo una vez en la vida. No es una cuestión de aforo ni de exclusividad, sino de estar en el momento adecuado, una época concreta del año que te permita apreciar verdaderamente ese lugar. En invierno, el Valle de Arán se ve repleto de turistas alpinos, senderistas y amantes de la montaña venidos de todas partes de España para vivir lo que es este valle en todo su esplendor.
Cuando se llega a tierras aranesas, se aprecia un cambio considerable en el paisaje. El clima se vuelve más impredecible, donde un día seco puede trocarse por una jornada lluviosa y donde el sol y las nubes compiten por dominar el cielo, ganando estas últimas las más de las veces. Podemos esperar, eso sí, un clima húmedo, influido por las corrientes atlánticas y un invierno donde el intenso verde de sus laderas y valles adquiere un monocromático blanco que domina el paisaje, pudiendo pasar perfectamente por una postal nevada de los Alpes suizos.
Quien quisiera hacer un recorrido por sus pueblos, se encontrará con que las distancias no son muy grandes entre una villa y la otra, pudiendo cubrir varios puntos del itinerario en una sola jornada. En ellos, encontrarán la arquitectura única de las casas del pirineo, con sus paredes de piedra y techos puntiagudos y oscuros construidos con pizarra.
La capital del valle
Vielha (Viella) es un pueblo moderno, edificado en el año 1970, pero mantiene un aspecto tradicional. Se encuentra donde se cruzan los ríos Nere y Garona, teniendo su origen en pueblos romanos, que a día de hoy se ha convertido en un centro turístico de primer orden, desde donde muchos visitantes establecen su base para recorrer el resto del valle.
Pese a constituir una población relativamente moderna, viéndose aumentada en los últimos años por las expectativas turísticas, aún conserva en su centro histórico construcciones notables como la casa de Cò de Rodés y Cò de Fedusa, con una hermosa arquitectura medieval.
Sin embargo, el grueso de la población permanece en la localidad por su gran oferta de ocio, en la que destacan tiendas especializadas en montañismo que se encuentran entre las mejor surtidas del país. Entre las compras, la gente se refugia del frío en alguno de los locales que van desde establecimientos tradicionales hasta divertidas creperías francesas.
Bosc de Conagles
El refugio de Conagles, a 1600 metros de altitud, es el punto de partida para una gran variedad de rutas senderistas perfectas para un primer contacto con el valle. Una de ellas, la del Bosc de Conagles, destaca por ser perfecta para principiantes, al no tratarse de un camino exigente. Se trata de un recorrido circular sin ninguna dificultad técnica , en la que se recorren 8,3 kilómetros por el Parque Nacional de Aigüestortes y Lago de San Mauricio.
A lo largo del camino, encontrarás un paisaje compuesto principalmente por hayas y abetos, con sotobosque de musgos y helechos que crean un ambiente mágico. Durante el recorrido, oirás el susurro del río Noguera Ribagorzana, un afluente del Ebro que, en su tramo inicial, se ve acompañado de cascadas y rápidos. Desde este camino se pueden alcanzar también los lagos de Rius, Redo y Tous de Rius, aunque este recorrido cuenta con una dificultad mayor y se vuelve difícil por momentos para los caminantes menos experimentados.
Caminos de historia y leyendas
Históricamente, el Valle de Arán ha permanecido como una zona aislada del resto de la península, siendo más común los encuentros con habitantes del sur de Francia, con los que comparten las raíces de un idioma común. De esta región es natural el Occitano, una lengua antigua natural de las inmediaciones del macizo de los Pirineos y de la que el aranés desciende, siendo lengua oficial y de obligatoria enseñanza en la localidad.
Con la lengua, también existe un conjunto de historias, leyendas y narraciones únicas en estos lugares, que le confieren de un aura mítica propia de los lugares remotos: En el pueblo de Garós, ubicado en la comarca del Alto Arán, se encontraba custodiado un cráneo de gran tamaño que, según dicen, perteneció al gigante Madroño, un ser de gran tamaño que luchó contra los invasores romanos.
También hay leyendas de aquelarres, amantes, maldiciones y luchas entre ángeles y demonios que termina perfilar el agua de este lugar mítico. Aunque la verdad, no lo necesita.
Sus parajes únicos y caminos, por sí solos, son más que suficientes para hacer volar la imaginación de quienes lo transitan. Así le pasó al último nobel de literatura español, Camilo José Cela, que en 1974 publicó Viaje al pirineo de Lérida. En uno de sus pasajes apuntó lo siguiente: "La vida se inventó para vivir y para dejar vivir, para caminar, para amar a las mujeres que cruzan por el camino, para comer el pan honesto y el jamón curado, para beber el agua de la fuente y el vino de los lagares, para ver mundo y hablar de las cosechas y las navegaciones, para bañarse en el restaño del río que cae del monte y secarse después del sol, sobre la yerba”.
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