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Una visita única y sorprendente en una de las ciudades más bellas y desconocidas de Perú.
Conocida como la ciudad blanca y rodeada por siete grandes volcanes —Misti, Chachani y Picchu Picchu, cercanos a la ciudad y otros cuatro, Coropuna, Sabancaya, Ampato, Sara Sara o Huaynaputina, en sus alrededores—, Arequipa se está empezando a transformar en una de las paradas indispensables de cualquier viaje a Perú. Y es que, a pesar de ser uno de los destinos menos visitados, la ciudad de Arequipa y sus alrededores son una de las zonas más bellas del territorio peruano.
La Ciudad Blanca
Al pasear por esta majestuosa ciudad se vislumbra su maravilloso e impresionante legado histórico y cultural. Sus casas y monumentos destacan por estar construidos con una de las piedras más valoradas de la zona, el sillar o ignimbrita, un mineral volcánico que se extrae desde hace siglos de una cantera próxima a la ciudad que también merece una visita.
El apodo de la Ciudad Blanca se lo dan las piedras con la que está construida gran parte de sus edificaciones; y es que, su Basílica Catedral, el Monasterio de Santa Catalina — Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000—, el Templo de la Compañía de Jesús o su bellísima iglesia del barroco andino, además las casonas coloniales, palacios, palacetes y edificios monumentales que rodean sus calles son de color blanco por estar construidas con piedra de sillar o ignimbrita.
Visita a la Ruta del Sillar
Para entender todo ese legado histórico y la importancia de la piedra con la que se ha construido Arequipa, hay que acercarse hasta el Cerro Colorado, a 40 minutos del centro, para realizar la visita a la llamada Ruta del Sillar. Allí, en medio de una quebrada natural, se encuentran las canteras de ignimbrita, que se pueden recorrer en rutas privadas a través del Cañón Culebrilla, una quebrada que se formó a partir de una toba volcánica proveniente de la erupción del Chachani hace millón y medio de años.
La primera parte del recorrido consiste en un pequeño tramo que permite a los visitantes tener un primer contacto con la belleza de la naturaleza de este lugar, un auténtico cañón con mucho encanto, en el que entender la historia y la cultura de sus calles. Mientras, la segunda parte se enfoca a conocer de cerca el trabajo de los cortadores de sillar y en ver sus piezas expuestas al aire libre. Este segundo tramo, cuya vista merece la pena verse desde arriba, es sobrecogedor por la magnificencia de la cantera; las paredes de sillar que envuelven el espacio con sus más de 30 metros de altura son abrumadoras. Allí los trabajadores extraen las piezas de la cantera a mano, sin electricidad ni herramientas modernas, trabajando todo a mano dando lugar a ladrillos para construir casas, esculturas con diferentes formas o tallado de escudos, entre otras piezas.
Recorrer el Cañón del Colca
Otro de los grandes atractivos que tiene Arequipa, y por el que más se conoce esta ciudad, es por ser el punto de partida a la excusión del Cañón del Colca. Este impresionante monumento natural se encuentra a algo más de cinco horas de la ciudad, y se llega recorriendo serpenteantes carreteras que van desde plácidos campos a altitudes que rozan los 4.500 metros sobre el nivel del mar.
La visita al Colca siempre pasa por avistar de cerca al cóndor andino, una de las aves más grandes del mundo, además de ver disfrutar de vicuñas y alpacas en libertad y conocer cómo viven los locales de la zona. Esta visita, que es posible hacerla en un día o en varios, se puede hacer de la mano de diferentes guías locales como es el caso de Góndola Tours, una empresa pequeña y familiar que permite a los viajeros conocer la realidad de la viuda peruana, degustar cocina local, vivir experiencias únicas o realizar trekkings por el cañón con la ventaja de que te recogen en tu alojamiento y te acompañan a lo largo de todo el viaje. Una de las actividades más interesantes es disfrutar de una jornada completa con ellos, desde el trabajo en el campo hasta la elaboración de la comida y el almuerzo junto a la familia para terminar realizando un pago a la tierra, un ritual de protección y agradecimiento quechua.
Cocina tradicional: picanterías arequipeñas
Para completar la visita a Arequipa no puede faltar una (o varias) paradas en sus tradicionales picanterías, los lugares tradicionales en donde comer en esta ciudad y donde se conjugan las raíces andinas con las hispanas, la mezcla de saberes ancestrales y la combinación de insumos provenientes de la costa, los valles, las alturas y el altiplano. Allí aparecen un listado de platos típicos provenientes de un recetario de la escasez que ha dado lugar a una serie de elaboraciones ahora consideradas tradicionales que vale la pena probar.
El origen de las llamadas picanterías está en las expendedurías de chicha de guiñapo —una bebida fermentada elaborada a base de maíz negro— donde se servían aperitivos locales picantes con el objetivo de que los clientes aumentasen el consumo de su bebida. Estos espacios de restauración, siempre en manos de mujeres, fueron poco a poco ampliando su oferta culinaria sirviendo cocina tradicional desde los chupes —una sopa de gallina, cordero o res acompañada de quinoa o arroz, patata y vegetales— o los camarones con papas y verduras tan típicos de Arequipa hasta los apanados de carne —filetes empanados—, la trucha, el cuy chactado o el chicharrón. Si se viaja a la ciudad, sin para indispensable La Nueva Palomino Picantería, Picantería La Mundial y Picantería La Capitana.
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