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El pueblo de Azenhas do Mar, en Portugal, es el gran desconocido de la costa atlántica y un destino ideal de última hora para Semana Santa.

Apenas unos pocos kilómetros después de salir de Badajoz, enfilamos la A-6 potuguesa en dirección a la costa. Pero nuestro destino de hoy no son ni las cuestas de Lisboa, ni el encanto de Oporto, ni las playas del Algarve. Hoy nos vamos a uno de los pueblos más desconocidos y especiales del país vecino que puede ser el perfecto viaje de última hora para Semana Santa.
Un par de horas después de cruzar la frontera, nos adentramos en el territorio de Azenhas do Mar. Nos saluda primero su situación geológica, suspendido en un acantilado que mira al océano. Después, su arquitectura compuesta por casitas blancas de tejados rojizos. Por último, ya callejeando, descubrimos sus paseos empedrados, sus fachadas con detalles de color azul y, bajando al mar, una de sus paradas más populares: una fantástica piscina natural de agua salada.

La historia de Azenhas do Mar
Como es norma en esta clase de poblaciones, Azenhas do Mar pasó siglos enteros como pueblo pesquero, marisquero y molinero. Su nombre, “Molinos de mar”, hace referencia a uno de estos oficios.
No fue hasta los años 30 y 40 que se popularizó como destino de vacaciones de las clases adineradas portuguesas. Además de su contexto, un factor determinante de su éxito fue la piscina natural, supuestamente excavada en los años 30, poco después de que fuera inaugurado el tranvía de Sintra. Esta construcción permitió que el pueblo se convirtiera en balneario, el apellido de moda que tenía que tener una población costera para atraer a la burguesía.

A pesar de esta fama tardía, sigue siendo un destino razonablemente oculto. Con solo 800 habitantes, ha sido denominado “joya escondida”, ya que permanece como un rincón secreto para los viajeros internacionales. Los portugueses sí suelen transitar esta zona, especialmente en los meses de calor, por lo que recomendamos evitar el pueblo en los fines de semana de verano.

Qué hacer en Azenhas do Mar
Enclavada como está en pleno acantilado, no faltan las rutas de senderismo alrededor del pueblo. De hecho, algunas de ellas son involuntarias: no es demasiado fácil aparcar en la zona, por lo que muchos visitantes optan por dejar el coche arriba y bajar a pie. Desde arriba podemos disfrutar del Mirador de Azenhas do Mar, que nos permite dominar toda la zona de un vistazo.

Su mayor atractivo es, por supuesto, su piscina. Ubicada justo frente a la costa, esta cavidad en la roca se llena naturalmente de agua salada y supone un baño tranquilo con vistas panorámicas al océano incluso cuando el mar está bravo. Ojo, porque, cuando la marea está alta, los confines de la piscina desaparecen bajo las exigentes olas.
También es célebre su gastronomía, que comprende las mayores riquezas de Portugal (pescado, marisco, buenos vinos) en un pequeño pueblo. El restaurante que tiene más fama se llama, en un alarde de creatividad, Restaurante Azenhas do Mar, y es una pista suspendida sobre el mar donde disfrutar de buen marisco y mejores vistas.
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