miércoles, 23 de abril de 2025

La isla más desconocida del Mediterráneo es el lugar donde Afrodita surgió de las aguas

 CanalViajar


Fue elegida por los dioses para que Afrodita surgiera de las aguas. Lázaro, después del evento “levántate y anda”, se instaló allí. Marco Antonio se la regaló a Cleopatra. Leonardo da Vinci estuvo de shopping. Y, desde siempre, sus playas, quesos y vinos estuvieron al alcance de todos, porque, aún hoy, el turismo invasivo no ha llegado.

Una isla de Europa que te enamorará y te embrujará.

Chipre, la tercera isla más grande del Mediterráneo, después de las italianas Sicilia y Cerdeña, permanece dividida en dos mitades desde la invasión turca en 1974. La parte soberana, que ocupa el 70 % de la superficie de la isla, pertenece a la República de Chipre; y el resto del territorio está ocupado por la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre. Sin embargo, aunque pocos viajeros visitan el lado turco, los ciudadanos de la Unión Europea pueden atravesar la línea de demarcación que divide norte y sur de la patria de la diosa Afrodita que, ajena a estas cuestiones sociopolíticas, sigue cautivando a mortales de todo el mundo.

Sitio arqueológico de Kourion.

Viajar a Chipre es descubrir uno de esos lugares en los que no hurga el turismo convencional; y cruzar la raya es dar un paso en el túnel del tiempo… es querer saber más sobre nuestro planeta… es amar la aventura viajera.

A lo largo de nuestro viaje, entre playas, sitios arqueológicos, iglesias bizantinas, vino y queso, nos iremos encontrando con algunos de los cuentos más espectaculares que ha dado la Historia de la Mitología, porque estamos en uno de los lugares que, por alguna u otra razón —¡y son muchas!— dioses y humanos han elegido esta isla del Mediterráneo oriental como excusa para sus creaciones legendarias.

Empezamos por la más notoria que, naturalmente, no tiene fecha: la llamada Petra tou Romiou es un conjunto de tres extrañas rocas situadas cerca de la ciudad de Pafos, donde la diosa del amor —Afrodita para los griegos y Venus para los romanos— emergió de las aguas para goce y disfrute de las pasiones terrenales. Como la narración tiene que ver con temas tan escabrosos como dioses que cortan los genitales a otros dioses… mejor nos quedamos con la bella imagen del cuadro de Botticelli —El nacimiento de Venus—, que es mucho más agradable. Aquí, volviendo a la realidad (y según se mire), aquel mortal que bracee en las aguas alrededor de las míticas rocas… por cada vuelta que dé rejuvenecerá un año. Así que la leyenda del nacimiento de Afrodita constituye uno de los mejores ganchos de cara al turismo deportivo de ficción. 

Petra tou Romiou, la roca de Afrodita.

Pero, leyendas aparte, este es el primer lugar que hay que visitar para comprobar que la isla ofrece playas de arena blanca y fina, donde se puede extender la toalla junto a las rocas del amor. Besar allí a tu pareja no tiene parangón.

Ciudades, pueblos, lugares…

Después del baño en el afrodisíaco escenario, la segunda ciudad a conocer es Pafos —incluida en la lista de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad—. Es la ciudad que mejor sintetiza el eclecticismo del sur grecochipriota. Tiene restaurantes en primera línea de playa donde sentarse a degustar un clásico mezze, la especialidad gastronómica chipriota por excelencia, que consiste en una selección de platos variados (a modo de tapas) que contienen de todo un poco. Si se pide en alguna ciudad costera, estará compuesto por un surtido de frutos de mar, como pulpo, calamares, gambas, mejillones, etc.; y si lo pedimos en algún pueblo del interior, sus ingredientes serán pinchos de pollo, cerdo o cordero. Pafos tiene puerto pesquero y puerto deportivo, y un paseo marítimo repleto de bares que culmina en una fortaleza bizantina, y por donde no es raro (por extraño que parezca) ver transitar pelícanos, gaviotas y gatos. 

Iglesia Agios Anargyri

Después del disfrute del mezze, la visita recomendable será a las Tumbas de los Reyes, sitio arqueológico datado en el siglo IV a. C. que tiene impresionantes columnas dóricas excavadas en la roca. Algunas guías incluyen también la visita a una cercana columna donde (cuentan) que fue amarrado San Pablo por los romanos. Lo de la columna debe ser mentira…, pero las vistas son auténticas y magníficas. 

La siguiente localidad costera que merece la pena visitar es Limasol. Aparte de lo imprescindible que quiere encontrar el turista, es decir: buenos hoteles, buenas playas y buenos restaurantes (que los tiene), es donde se encuentra el sitio arqueológico de Kourion, antigua ciudad grecorromana situada en un acantilado con vistas al mar. Tiene un magnífico teatro casi nuevo, donde se celebran representaciones musicales y teatrales, y una señorial villa romana con suelos cubiertos de mosaicos en perfecto estado de conservación. 

Playa Fig Tree Bay, en Agia Napa.

El dato histórico que nos atañe como españoles es que, en el castillo de esta ciudad, el rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León desposó a Doña Berenguela de Navarra en 1191. La consumación de este matrimonio ha sido discutida por algunos historiadores alegando, entre otras cuestiones, la presunta homosexualidad de Ricardo… secretos reales.

El recorrido continúa, y aunque la siguiente etapa viajera se refiere a algo tan prosaico como el vino, merece la pena detenerse por lo menos un día. Se trata de los viñedos de Omodos. Allí se viene produciendo desde hace 3.500 años a. C. el vino Commandaria, un elixir dulce que se presupone está considerado como el vino con denominación de origen más antigua del mundo. Para enriquecer nuestro acervo cultural enológico, es sugestivo apuntarse a una cata de vinos de la zona. Experiencia única.

Kourion. Sitio arqueológico.

En Lárnaca, los cristianos (ortodoxos o católicos) tienen la oportunidad de experimentar un subidón de adrenalina, ya que en esta ciudad se instaló Lázaro de Betania —el de “levántate y anda”—. Este personaje bíblico, después de resucitar, vivió 30 años más en aquellos parajes… hasta que murió por segunda vez y fue enterrado en esta ciudad en la iglesia que lleva su nombre. La Semana Santa de Lárnaca es famosa en toda la isla y da la casualidad de que en este año, comparando las fechas de la Semana Santa católica con la ortodoxa, vemos que la Pascua católica, que se celebra el domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, cae el 20 de abril, casualmente el mismo día que la Pascua ortodoxa. Así que, este año, cristianos católicos y cristianos ortodoxos celebrarán la Pascua en las mismas fechas, algo que no ocurre todos los años ¡ni con frecuencia!… Y nos brinda una ocasión excepcional para planificar un viaje en estas fechas de asueto.

En el otro lado de la fe religiosa, muy cerca de la ciudad se encuentra, a orillas de un lago repleto de flamencos, la mezquita de Hala Sultan Tekke, que también aloja una tumba ilustre, la de Umm Haram, la nodriza de Mahoma.

Teatro de Kourion.

Siguiendo los pasos del mismísimo Leonardo da Vinci, llegamos a Lefkara, un pintoresco pueblo del interior, célebre por sus bordados y que fue visitado en 1481 por el famoso polímata italiano del Renacimiento, donde encargó un mantel de encaje con destino a embellecer el altar del Duomo de Milán, donde aún se encuentra hoy en día. El dibujo que Da Vinci diseñó se hizo tan famoso que lo siguen reproduciendo como gancho turístico. Además de comprar algún mantel, o algo de plata, ya que los orfebres de este lugar son reputados en todo Chipre, otra curiosidad puede ser visitar a la iglesia de la Santa Cruz, porque allí se conserva un pedazo del lignum crucis que Santa Elena (madre del emperador Constantino) se trajo de la tienda de alguna exposición.

Lefkosia… y La Línea Verde

Nicosia, como la conoce el mundo —Lefkosia, como la llaman los grecochipriotas o Lefkösa para los turcochipriotas—, es la única capital del mundo que todavía tiene un muro que la divide. Quizá sea la ciudad más cosmopolita de la isla… Es un extravagante cóctel de cultura cristiana y musulmana, mezcla que la hace peculiar.

Pafos. Tumbas de los Reyes.

En el lado grecochipriota la visita ineludible es al Museo de Chipre, para tener una idea de la riqueza arqueológica de Chipre, ya que todos los objetos del museo, desde una pequeña moneda hasta la famosa escultura de Afrodita (mármol del siglo I a. C.) proceden de la isla. En nuestro deambular por la ciudad nos toparemos muchas veces con la línea de demarcación, que consiste en una barrera hecha con alambradas, sacos y bidones pintados de verde, que nos lleva a reflexionar en la absurda necesidad de dividirlo todo y —¿por qué no?— en la guerra. Sin embargo, en la vieja Nicosia es donde encontraremos las más antiguas y pintorescas tabernas, donde degustar las cocinas libanesa, helena o turca, que, con sus variadas especialidades culinarias, nos alejarán de la realidad.

Caravansar Büyük Han en Nicosia.

Pero la ciudad se muestra distinta al cruzar la raya. El paso fronterizo se hace a través del Ledra Street Crossing Point, un lugar controlado por las fuerzas de seguridad de ambos países. Al otro lado de la Línea Verde, llamada así porque las tropas británicas, llegadas para supervisar el fuego entre chipriotas y turcos, marcaron (en 1963) la línea divisoria con un lápiz verde, se respira el ambiente exótico de los laberínticos bazares árabes y se escucha la voz del muecín proveniente de las mezquitas. La visita más interesante e ineludible es al Büyük Han, un caravasar otomano convertido en un centro comercial a lo oriental pero que aún conserva algo del misterio de antaño, donde algunos artesanos han instalado sus talleres entre restaurantes de comida autóctona y vetustos cafés donde sirven el clásico café turco… el de los posos adivinatorios. Nos podríamos pasar todo el día deambulando por el bazar, pero hay otro sitio recomendable para descubrir: el abigarrado Mercado 1932.

Ruinas de Salamina.

Abandonamos la capital para meternos más de lleno en la zona turca. Por el camino, la cordillera Pentadaktylos nos saluda con una gran representación de la bandera turca pintada en la ladera de una montaña. Megalomanía a tope. Y llegamos de nuevo al mar, pero esta vez al Mediterráneo oriental. Allí se encuentra uno de los puertos más bonitos de la parte turcochipriota. Los grecochipriotas la llamaban Girne, pero los turcos la llaman Kyrenia. Su puerto está lleno de barcos de pesca y embarcaciones de paseo para turistas. Tiene dos castillos: uno junto al mar, en cuyo interior se conserva el esqueleto de un barco mercante hundido hace más de 2.000 años, y otro en la montaña, el castillo de San Hilarión, que también podemos visitar, aunque la subidita a pie constituye un hándicap difícil de superar.

Kyrenia es un pueblo con el atractivo suficiente para pasar el día, cenar en algún bar del puerto ¡no todos son convencionalmente turísticos! Y, si se tercia, pasar una noche romántica, porque en el barrio viejo resiste una mansión, Kyrenia Palace, construida en 1858 y convertida en hotel boutique con 11 habitaciones decoradas con maestría de anticuario a precios asequibles.

Cafetería en Lárnaka.

En la carretera que va desde los pueblos costeros del norte hasta la zona este de la isla —la de las grandes playas— podemos parar en algún casino o bar de carretera (de esos que tienen neones parpadeantes en rojo). Entiéndase bien, quiero decir: parar a curiosear porque en la parte grecochipriota el juego no es legal… y lo otro, tampoco; y en la zona turca parece que sí. En el camino también hay algunas mezquitas nuevas, supongo que para redimir a los pecadores. Otro mundo.

Famagusta, la ciudad fantasma

La playa que fuera mítica de Chipre, Famagusta, se ha convertido en un recuerdo del pasado, y ya forma parte de “la noche de los tiempos” (dicen que Shakespeare se inspiró en su castillo para escribir Otelo). Una amenazadora alambrada prohíbe la entrada a lo que fue una de las zonas de veraneo más famosas del mundo en la década 1960. Ahora, la ciudad se llama Gazimagusa (el nombre turco); pero como se llame nos da igual, porque más allá de la maraña de pinchos metálicos que impiden llegar a las áreas de playa, ya solo quedan las esqueléticas estructuras de los hoteles de antaño… de antes de 1974. No es cuestión de darse un paseo por el pasado, porque además está prohibido transitar por la playa.

La Línea Verde divide la calle Ledrás.

Pero no hay que desesperar, a pocos kilómetros de la ciudad fantasma, las playas continúan en todo su primitivo esplendor y, si queremos bañarnos en aguas turcas, no tenemos más que ir a la bahía de Ammochostos, que no solo tiene una arena blanca y agua límpida, sino que está llena de lugares históricos para ver en sus alrededores. 

A seis kilómetros al norte de Famagusta se encuentran las ruinas de Salamina, la ciudad-estado que fundó el griego Teucro en el 1200 a. C. después de fracasar en la batalla por querer vengar a su hermano Áyax. También podemos visitar el abandonado monasterio de San Bernabé, que tiene un museo de iconos que, aunque son reproducciones, posee la magia de estar ubicado en tierra infiel. Todo muy extraño y apasionante. Lo que queda de la iglesia y sus recovecos tienen foto.

Famagusta. Iglesia de San Jorge de los Griegos.

Después de culturizarnos, vayamos a lo lúdico. Es muy recomendable darse un chapuzón, y un buen lugar es Kocareis Resort. Hay varios hoteles, pero el Kocareis (dicen) que es el más pulcro. Tiene una magnífica playa con sombrillas de paja, tumbonas y chiringuito, donde sirven unos calamares con queso halloumi y un pez voppa al grill, que, acompañados por una fría EFES (la cerveza local) pondrán el broche… (del material que ustedes gusten) a nuestro viaje. Al atardecer, mientras apuramos los últimos rayos de sol, tendremos muchas cosas en las que pensar porque haber pisado el otro lado de la raya es para tomárselo con calma y reflexionar.

Viajar a Chipre es profundizar algo más sobre la Historia, la Mitología y ¿quizá? sobre nosotros mismos.

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