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La ciudad perfecta si buscas unas playas mediterráneas sin igual, uno de los mejores parques de atracciones de Europa, tradición, gastronomía y arquitectura de época.

¿Eres más de elegir una escapada en el Mediterráneo, Atlántico o en el Cantábrico? Tener la capacidad de elegir cualquiera de los tres es un privilegio que en ocasiones infravaloramos. No hace falta cruzar el charco o buscar destinos lejos de nuestras fronteras, España es en sí un paraíso en la tierra
Cuando uno piensa en verano en la costa mediterránea, enseguida nos viene a la mente la imagen de playas doradas, aguas turquesas, atardeceres que hipnotizan y cenas con mucho sabor a mar. Pero hay un lugar especial que va más allá; Tarragona es un destino que rebosa historia, cultura y una gastronomía de lujo, todo ello con el toque especial de un Mediterráneo que brilla con una luz especial. Por lo que, si buscas un lugar que combine todo lo bueno del verano con algo más de fondo, Tarragona va a ser tu mejor aliada.

El mar, protagonista sin excesos
La Costa Dorada hace honor a su nombre y Tarragona es su estandarte. Las playas del Miracle, la Arrabassada o la Savinosa ofrecen esa arena fina y dorada que en ocasiones parece que solo se encuentra en las películas o en Instagram (pero no es así), con aguas turquesas y tranquilas perfectas si lo que buscas es tranquilidad. Hay calas algo más apartadas para quienes buscan intimidad y hasta una zona nudista para quienes prefieren disfrutar sin marcas del bañador. Aquí no hay masificación agobiante ni postureo innecesario. Se viene a estar, a disfrutar, a tumbarse sin prisa. Y no sé tú, pero en estos tiempos en la que te tienes que pelear para tener sitio en la playa, la tranquilidad es lo que más reclamo en mi búsqueda de destinos vacacionales. Aunque para gustos, colores.

Historia al aire libre
No es casualidad que la UNESCO decidiera incluir el conjunto arqueológico de Tarragona en su lista de Patrimonio de la Humanidad. Tarraco, la antigua capital romana de Hispania Citerior, conserva un legado monumental de primera categoría. El anfiteatro, con vistas al mar, impresiona tanto por su tamaño como por su ubicación. El circo romano, en pleno centro histórico, conserva túneles y graderíos que permiten entender cómo vivían el espectáculo en la antigüedad. Y tampoco nos debemos olvidar de su catedral, de estilo gótico temprano y declarada Monumento Nacional en 1905.

El acueducto de Les Ferreres, más conocido como el Puente del Diablo, es otra joya del pasado, una obra de ingeniería con más de 2.000 años que todavía deja boquiabierto a quien se le planta delante. Y eso sin contar el foro, las murallas y los restos repartidos por toda la ciudad que convierten cualquier paseo en una clase de historia a cielo abierto.
Cultura popular que no descansa ni en verano
Tarragona no es de las que se duerme en los laureles. Aquí el verano está lleno de movimiento, empezando por las tradicionales fiestas de barrio y terminando con la gran cita; Santa Tecla. Esta festividad, que se celebra en septiembre, es una explosión de cultura popular catalana, donde encontrarás castells (torres humanas), correfocs (desfiles con fuegos artificiales), el Séquito Popular (que incluye cabezudos y figurantes que bailan al ritmo de la música tradicional) y mucha, muchísima participación ciudadana. Demostrando que Tarragona no es solo sol y playa (que también, y con orgullo) y que en una época donde la vida se ha vuelto cada vez más individualizada Tarragona se alza como una comunidad como las de antaño.
Rincones con alma y mesa con fundamento
Uno de los mayores placeres de Tarragona es ir caminando por sus calles, plazas y barrios y descubrir poco a poco y como quien no quiere la cosa su magia. En la Parte Alta, el casco antiguo, está lleno de callejuelas de esas que tanto nos gustan a los amantes del turismo urbano, plazas con encanto y bares que invitan a quedarse y tomarse algún que otro chisme, como dicen en mi pueblo. La Rambla Nova, arteria principal, lleva hasta el Balcón del Mediterráneo, un mirador desde el que el mar se ve como si fuera una obra de arte.

En El Serrallo, el barrio marinero, se come uno de los mejores arroces del litoral catalán. Aquí el pescado llega fresco cada mañana, directo de la lonja al plato. Prueba el romesco, las tellinas, el suquet o una buena zarzuela, y acompáñalo con vino del Camp de Tarragona o del Priorat, que aquí el maridaje se toma en serio.
Naturaleza y adrenalina al alcance de la mano
Si el cuerpo te pide algo más que relax, hay opciones. A pocos kilómetros del centro están los caminos de ronda, antiguos senderos de vigilancia que hoy son paseos escénicos junto al mar. Desde allí se accede a calas escondidas, ideales para pasar el día entre baño y siesta. También hay rutas en bici, kayak, snorkel, paddle surf y hasta vuelos en parapente para ver la Costa Dorada desde el aire. Y si viajas en familia, el binomio PortAventura–Ferrari Land, en Salou, está a solo 15 minutos. Diversión garantizada para pequeños y no tan pequeños, en uno de los parques temáticos más visitados de Europa.

Tarragona no necesita fuegos artificiales para deslumbrar. Tiene un pie en el mar y otro en la historia, sabe mezclar la calma con la fiesta, la tradición con la modernidad. Es uno de esos lugares que muchos pasan por alto camino de Barcelona o Salou, pero quien lo descubre, se queda con ganas de volver. De esos lugares que se viven, se saborean y, lo mejor de todo, se recuerdan.
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