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Los frescos representan escenas del Antiguo Testamento, construyendo un relato visual fascinante.

No hace falta volar a Roma ni pagar entrada al Vaticano para quedarte boquiabierto bajo una bóveda pintada hasta el último centímetro. En pleno campo extremeño, entre encinas y caminos de tierra, se alza una joya que muchos aún no conocen y que, sin embargo, es una de las grandes maravillas artísticas de España; hablamos de la Ermita de Nuestra Señora del Ara, también llamada (y con razón) la Capilla Sixtina de Extremadura.
¿Crees que exageramos? En absoluto. Esta ermita lo tiene todo, pues una vez ahí encontrarás un entorno casi místico, una historia cargada de leyendas, una bóveda que cuenta el Génesis en frescos barrocos y el encanto de lo que aún no está masificado. Es una de esas visitas que no se olvidan, porque sorprende desde que pones un pie en su pórtico hasta mucho después de haber salido. Vamos por partes.
Donde no esperas encontrar una obra maestra
La ermita se encuentra a unos 7 kilómetros del pequeño pueblo de Fuente del Arco, en la provincia de Badajoz, y a los pies de la Sierra de la Jayona. Llegar no es complicado, pero tampoco es un sitio de paso; hay que querer ir. Y ahí está su encanto. Uno se adentra entre dehesas, olivares y caminos que huelen a campo, hasta que de repente aparece... blanca, sencilla por fuera, sin pretensiones; hasta que cruzas la puerta.

Porque si el exterior no promete fuegos artificiales, el interior los lanza a raudales. La nave principal, la bóveda y el presbiterio están completamente cubiertos de frescos. No un trozo, no un par de retablos, más bien todo. Es como meterse dentro de una Biblia ilustrada, pero barroca, viva y colorida, donde cada rincón te cuenta una historia. Es una experiencia visual que no se parece a nada más que hayas visto en la península.
Génesis a brochazos
Las pinturas datan del siglo XVIII y representan escenas del Antiguo Testamento, especialmente del libro del Génesis: la creación del mundo, Adán y Eva, Noé, el diluvio universal, la torre de Babel… y así hasta completar un relato visual fascinante. La autoría sigue siendo incierta, pero se cree que fueron discípulos o seguidores de la escuela de Llerena, donde tuvo influencia el mismísimo Zurbarán.
No se trata solo de que estén bien hechas (que lo están), sino de que están conservadas de forma excepcional. A pesar del paso del tiempo, los colores y las escenas siguen brillando con fuerza, lo que hace aún más impactante que algo así haya pasado desapercibido durante tanto tiempo.
Historia, piedra y leyenda
La ermita actual fue construida en el siglo XV sobre un templo anterior, probablemente visigodo o incluso de origen romano, como demuestran las columnas incrustadas en el pórtico. En el siglo XVIII, con el impulso de la Orden de Santiago y el prior García Ramírez, se amplió el edificio y se añadieron los frescos.

Pero si hay algo que no puede faltar en cualquier joya rural española, es una buena leyenda, y aquí no decepciona. Dice la tradición que una princesa mora, Erminda, encontró una imagen de la Virgen en el hueco de una encina tras rezarle para que su padre recuperara la vista. Cuando él se curó milagrosamente, mandaron construir una ermita… pero cada noche se derrumbaba. Hasta que la Virgen, en sueños, indicó el lugar exacto; donde hoy está. Otra historia asegura que uno de los trabajadores musulmanes que se negaba a convertirse quedó atrapado por un cepo de madera hasta que la Virgen le liberó. Ficción, fe o folklore, lo cierto es que el aire allí tiene algo especial.
Datos útiles para el visitante
La ermita se puede visitar durante todo el año, aunque los horarios varían según la temporada. La entrada cuesta unos 2 o 3 euros, y suele haber visitas guiadas los fines de semana. Si quieres verla entre semana o en grupo, puedes reservar con antelación. La recaudación se destina al mantenimiento y conservación del templo, que fue declarado Bien de Interés Cultural en 2018.
¿Por qué hay que verla?
Porque es una joya única. Porque no se parece a nada que esperes encontrar en medio del campo extremeño. Porque está pintada de pies a cabeza con una mano firme, religiosa y artística, que convierte el lugar en algo mucho mayor de lo que aparenta desde fuera. Porque tiene historia, leyenda, arte, naturaleza y el encanto de lo que todavía no ha sido devorado por las multitudes. Y porque, seamos sinceros, si esta ermita estuviera en Florencia, la tendríamos en todas las guías del mundo.
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