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Uzbekistán sigue siendo uno de los países más desconocidos de Asia Central. En la próxima Expedición Viajar que se celebrará en octubre, exploramos las paradas que forjaron la historia de este fascinante país en los años de la Ruta de la Seda.

Hay una gema secreta en mitad del desierto de Qizil-Kum, en la zona oeste de Uzbekistán. Allí, donde la aridez manda y el paisaje parece inhóspito, se encuentra una ciudad que ha servido como punto de descanso para los viajeros durante siglos.
Los kilómetros de arena se detienen para dar paso a un oasis de cúpulas azulejos, callejuelas llenas de tenderos y espíritu histórico. No, no has saltado en mitad de las páginas de Las Mil y una Noches. Has llegado a Khiva, el oasis en el que descansaban los comerciantes de la Ruta de la Seda tras su larga travesía por el continente asiático.

Khiva, o Jiva, es la primera ciudad que se explorará en la próxima Expedición Viajar a Uzbekistán, el Corazón de la Ruta de la Seda. Con salida el próximo 1 de octubre, el recorrido explorará los tesoros ocultos de un país donde los colores son más puros, las madrasas son Patrimonio de la Humanidad y las ciudades parecen suspendidas en una época pasada. Acompañados del multipremiado fotoperiodista Toni Soriano (UNESCO, Fotopres, Fujifilm, World Press Photo, entre otros) y de su mujer, Anna Oliver, un reducido grupo de viajeros pasará ocho días escuchando las historias inagotabels que cuentan los templos y mercados de Uzbekistán.
La historia de Jiva
Cuenta la leyenda que Jiva fue fundada en el lugar donde Sem, el hijo de Noé, cavó los pozos Keivah. Ya en el II milenio antes de Cristo se asentó aquí una población que supo sobrevivir en una región tremendamente árida gracias a un complejo sistema de irrigación.
Desde entonces, una sucesión de imperios y culturas han pasado por ella, marcando profundamente el carácter cultural de sus calles y haciendo su historia más antigua algo difusa.
Se cree que fue fundada como ciudad oasis en mitad del desierto, principalmente para servir de refugio y parada logística a los comerciantes que recorrían la ruta que unía Oriente y Occidente. Ya en el siglo X, era un importante centro de comercio y cultura islámica; y para el siglo XVI se había convertido en capital del inmenso Kanato de Jiva.

Qué ver en Jiva
Estos siglos medievales son los que más huella han dejado en la ciudad. Prueba de ello es el conjunto arquitectónico Itchan Kala, en el corazón de la ciudad, que fue el primer Patrimonio de la Humanidad reconocido por la UNESCO en Asia Central.
La ciudad amurallada ha conservado, como si el tiempo no hubiera pasado por ella, más de 50 monumentos históricos y 250 viviendas. Si alguna vez te habías preguntado cómo es recorrer una ciudad medieval islámica, es esto: patios con sombra, mosaicos caligrafiados, minaretes y madrasas en cada esquina. Abrazándola, unas murallas de adobe de diez metros de altura.

Uno de los monumentos más visitados es el minarete Kalta Minor, que impresiona no solo por su volumen sino por su color, de un azul intenso. Fue Mohammed Amin Khan quien se empeñó en crear el minarete más alto y grande del mundo musulman, con un ambicioso proyecto de entre 70 y 80 metros de altura de forma cónica. Pero, cuando el minarete había alcanzado los 29 metros, el kan murió y la torre quedó inacabada.
Poco más allá, la madrasa de Mohammed Amin Khan, que un día acogía a estudiantes coránicos, ahora funciona como hotel. La madrasa Muhammad Rakhmin-Khan, un poco más allá, es parada fundamental para admirar su gran portal y sus azulejos ornamentados. Y la visita de la zona se completa con la Mezquita Juma, cuya sala de oración cuenta con 200 columnas milenarias de madera tallada; y el minarete de Islam Khoja, cubierto de cerámica azul y ocre en un juego cromático que define a la perfección el espíritu estético de Uzbekistán: la arquitectura Khorezm.
Por supuesto, como buena ciudad comercial, Khiva también tuvo zona mercantil. En la madrasa Allakuli Khan y el Caravan-Saray es posible descubrir el mismo lugar en que antaño se compraban y vendían especias, sedas, alfombras y cerámicas. Sigue siendo hogar de artesanos, aunque ya no sirva de punto de descanso de centenares de caravanas.

Hay dos residencias que el viajero tiene que conocer antes de dejar atrás la ciudad. La primera es el Castillo Kunya Ark, "fortaleza de la fortaleza", antigua residencia real. En su interior se pueden visitar el Bastión Oq Sheykh Bobo y la Madraza Rakhim Khan.
La otra es el Complejo Arquitectónico Tash Hovli. El que funcionara como segundo palacio de los kanes de Khiva ofrece una forma única de descubrir el poder islámico: era hogar del harén real. El palacio fue construido en el siglo XIX.
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