domingo, 13 de julio de 2025

No lo sabías: la increíble ruta por la Cataluña más bizarra con enanos gigantes, superhéroes y un mono borracho

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Así es la sorprendente ruta por la Cataluña más bizarra: enanos gigantes, superhéroes y un mono borracho

Así es la sorprendente ruta por la Cataluña más bizarra: enanos gigantes, superhéroes y un mono borracho 

Hay quien viaja para contemplar catedrales, playas o castillos. Otros, sin embargo, encuentran una satisfacción más profunda en descubrir lugares que rozan el surrealismo, bordean el kitsch o directamente se abrazan al absurdo con entusiasmo. 

Cataluña ofrece posibilidades para todos. Uno puede visitar fortalezas medievales, iglesias románicas, góticas y barrocas, museos para contemplar la obra de Dalí o Miró, disfrutar de la arquitectura de Gaudí o descansar en las platas de la Costa Brava o la Daurada. Pero, también se ha extendido una sensibilidad por lo excéntrico que se puede ver en espacio público

Crónica Global ha decidido crear una ruta que se sale de lo tradicional, un viaje por los monumentos, esculturas y objetos urbanos más desconcertantes, entrañables y, a su modo, profundamente catalanes.

En esta ruta, que podría titularse con razón “viaje a lo inesperado”, se ofrece al viajero adentrarse en la Cataluña más bizarra, aquella en la que conviven un superhéroe japonés de doce metros con un abuelo de madera reciclada, un mono aferrado a una botella de anís y un enano que se esconde entre los pies de los viandantes. 

Una ruta especial

No hay mapa coherente que los conecte, ni línea estética que los una, pero sí un espíritu juguetón que los mantiene vivos: el de una tierra que nunca ha tenido miedo a mezclar arte, ironía y tradición popular.

Todo comienza con el más mediático de los monumentos extraños: Mazinger Z. A las afueras de Cabra del Camp, en Tarragona, se erige desde los años 80 una colosal estatua de más de 12 metros del mítico robot japonés.

Un icono pop

No está en un museo de cultura pop, ni en una feria retro, sino en mitad de un parque infantil, como si protegiera a los niños mientras juegan. Su origen es tan peculiar como su figura: se instaló como reclamo para una urbanización que nunca llegó a desarrollarse del todo. Un ejemplo del impacto de las burbujas inmobiliarias.

A pesar de todo, con el paso de los años, Mazinger ha crecido como icono nostálgico. Olvidada a finales de los 90, en los últimos años se ha convertido en un lugar de peregrinación friki y fondo ideal para selfies con aroma a los años 80.

Mazinger Z

Mazinger Z

De lo monumental a lo diminuto

Salto ahora a Granollers (Barcelona), donde hay que mirar bien al suelo para descubrir a Patufet, el pequeño protagonista del cuento tradicional catalán. Con apenas 75 centímetros de altura, esta escultura de Efraín Rodríguez Cobos se oculta en el bordillo de la plaza Folch i Torres.

Agazapado como en la historia original, donde Patufet pasa desapercibido bajo una col, esta estatua despierta ternura… para quien repara en ella. Es fácil pasar de largo y no verlo, lo que convierte el hallazgo en un gesto íntimo, casi un guiño de la ciudad a sus propios mitos infantiles.

El enano que da miedo

Pero si de figuras difíciles de ignorar se trata, pocas superan al enorme enano que la empresa de atracciones Falgàs ha instalado entre Empuriabrava y Roses, en Girona. Se trata de una figura descomunal, con aspecto de niño y un gorro de colores, situada en medio de un campo con fajos de paja. 

Su cara puede generar ternura o desconcierto, según cómo y quién lo mire, pero lo más complicado es que en su entrepierna hay un agujero misterioso que dispara la imaginación. Es imposible no reducir la velocidad al pasar por allí, y no hacer una foto para comprobar que no ha sido un espejismo.

Viaje a la Barcelona olímpica

Tampoco se salva la capital catalana. La Barcelona olímpica, la que se reinventó en 1992, también dejó su legado en forma de arte urbano inesperado. En el Parc del Port Olímpic, por ejemplo, sobrevive ignorado Cobi, la famosa mascota de los Juegos diseñada por Javier Mariscal, con ese aire de perro cubista y encantador. Pero hay más.

En el paseo Colón, luce una langosta gigante sonriente, también de Mariscal. Es imposible pasar por allí y no verla. Sus patas extendidas sobre el mobiliario urbano y una expresión que oscila entre lo feliz y lo irónico, se ha convertido en símbolo kitsch cerca del mar.

enano-falgas

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Toboganes especiales

Un poco más arriba, dentro de la misma ciudad, hay otras esculturas olímpicas curiosas. Se trata de la decoración, también olímpica, de la zona de la Vall d’Hebron. Allí se esparcieron una serie de esculturas con forma de cerillas gigantes. Y, una de ellas, que representa la caja de cerillas, fue reconvertida en tobogán para los más pequeños. 

Y si se habla de toboganes y de Barcelona, uno ha de irse al Parque de la España Industrial. Allí espera el dragón de Sants, una escultura que también sirve de tobogán y que parece sacada de un cuento medieval reinterpretado por un diseñador postmoderno. Cabeza de reptil fantástico, lomo de escaleras metálicas y alas abiertas en forma de tobogán. Los niños trepan por él cada día, pero sin preguntarse qué significa.

El Bambi de Walt Disney

Por último, y antes de abandonar la capital catalana, se ha de ir hasta la entrada del Zoo de Barcelona. Allí, otra figura desconcierta a quienes pasan: un conjunto escultórico compuesto por cervatillos que no representa a Walt Disney, sino a su inspiración. 

Así lo defendió Núria Tortras, la escultora, al presentar esta obra que recuerda a “Bambi”, aunque nunca fue su intención directa. Sin embargo, la leyenda urbana de que “Barcelona tiene una estatua a Walt Disney” sigue viva entre generaciones que crecieron con dibujos animados.

Un mono bebedor

Unos pocos kilómetros más al norte, Badalona presume de uno de sus símbolos más queridos: el mono de Anís del Mono, la popular bebida anisada que se fabrica en la ciudad desde el siglo XIX. 

A pocos metros del Pont del Petroli, en el paseo marítimo, se alza esta figura de acero inoxidable, en la que el simio, con gesto risueño y mirada fija, abraza una botella como si fuera su mayor tesoro. Es un homenaje a la marca, al humor catalán y al alma publicitaria que supo convertir un licor en icono visual.

Girona y su monumento a Europa

Ya en Girona, una rotonda recoge otra de esas esculturas que parecen haber aterrizado desde otro plano. En Pont del Vidal, lo que en su día fue una obra dedicada “para Europa” ahora se alza sin más explicación que su forma.

Una rotonda aloja una pieza de nueve metros de acero inoxidable, con curvas geométricas diseñadas por Andreu Alfaro, que reflejan el cielo y el tráfico sin contexto aparente. Ni rótulo ni placa explicativa, solo la promesa, algo olvidada, de un futuro compartido continental. Al menos, eso decía su autor.

Peculiaridades de la Costa Brava

Sin salir de tierras gerundenses, en Palafrugell se halla una lámpara-fuente. Sí, mobiliario urbano y servicio ciudadano. 

Es una farola del siglo XIX, con una fuente pública en su base, que ha adquirido categoría de bien patrimonial por su rareza. El problema es que, a pesar de no está escondida, pasa desapercibida, a menos que uno se detenga a beber y descubra que está bebiendo de un objeto que es, a la vez, utilidad y ornamento.

El abuelo gigante de Lleida

Y, por último, y no por ello menos importante, una parada en Lleida. Sí, no hay provincia catalana sin su monumento friki. Este, además, se encuentra en el interior de la provincia, en la zona de Montsonís.

En los bosques de este precioso pueblo, tranquilo, el Padrí de Montsonís, espera al caminante que se adentra al bosque, para darle unos segundos de tranquilidad. Este abuelo de madera reciclada sentado en un banco, mirando el valle del Segre, se convierte en mirador y zona de descanso. Una obra tallada a mano desde la que  admirar una tierra catalana llena de cultura y bizarreces.

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