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Además, es la isla habitada más pequeña de toda España.

A poco más de 20 kilómetros de Alicante, a solo unos 8 del puerto de Santa Pola, se encuentra la isla habitada más pequeña de España. En sus escasos dos kilómetros de longitud (y solo 450 metros de ancho) y solo dos calles principales. Y su existencia en medio del Mediterráneo sigue siendo toda una sorpresa.
Para hablar con propiedad, diremos que no se trata solo de una isla, sino de un archipiélago formado por una isla principal y tres islotes. Y aunque se han recuperado diferentes restos que confirman su existencia en época romana, se puede decir que la historia de la isla de Tabarca empieza a ser importante a partir del siglo XV, cuando los piratas berberiscos quisieron usarla de base de operaciones para atacar Alicante.
La ciudad amurallada que parece flotar en medio del Mediterráneo
De esta época son las murallas que rodean la isla, y que han llegado hasta nuestros días, dando a Tabarca un aspecto de islote defensivo, que para eso se trataba de una isla con funcionalidad militar.
Lo curioso es que no fue hasta bien entrado el siglo XVIII que la isla se convirtió en un lugar habitado. Hasta ese momento, no tenía población estable, y hoy el censo supera por poco los 50 habitantes. Porque hay cosas que no cambian demasiado, a pesar de los años…

Lo que tampoco ha cambiado es su aspecto. Y es que Tabarca fue declarada Conjunto Histórico-Artístico, lo que ha permitido mantener ese legado prácticamente intacto. Durante su época militar, se construyeron tres puertas: la de San Miguel (también llamada puerta de Alicante), la de Levante y la Trancada. Y ahí siguen.

El trazado de la ciudad también es curioso, con dos calles principales y perpendiculares que se unen en una bonita plaza central. Si lo miramos en un mapa, es totalmente rectilíneo, como un ensanche de una ciudad moderna. Lo que no es tan moderno es lo que esconden sus callejuelas, desde una iglesia del siglo XVIII, a la Casa del Gobernador.

Qué ver fuera de la muralla medieval
Tabarca es algo más que la ciudad que se esconde dentro de su recinto amurallado. Y es que, fuera de las murallas, se pueden ver la Torre de San José, levantada en 1862, la antigua almadraba, o el faro, posiblemente el lugar más encantador de esta mini ciudad que parece flotar en medio del Mediterráneo.
Y ahí, en el mar, es donde están sus otros tesoros, algunos ocultos bajo el agua, otros a la vista, como la misteriosa cueva del Llop Marí. Es algo así como dos aberturas en medio de una pared de roca a las que se llega desde una pequeña cala. En días sin oleaje, se puede acceder a este lugar de aguas cristalinas, un paraíso que (a pesar del turismo masivo que suele visitar la zona en los meses de verano) sí está protegido.

Una pradera de posidonia única
Todo el fondo marino de Tabarca conforma la primera reserva marina protegida de España. Fue en 1986 cuando se reconoció la riqueza de este lugar que cautiva a buceadores y amantes del snorkel. Un fondo marino de aguas transparentes y menos de seis metros de profundidad en el que sobrevive, entre otras especies de algas y fauna marina, una frondosa pradera de Posidonia. Y eso sí que es un lujo que debemos conservar.
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