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Logroño, la capital de La Rioja, es una ciudad llena de contrastes. Desde hogar para lo peregrinos que hacen el Camino de Santiago hasta poseer una de las mejores calles para tapear.
Quien no conoce la calle Laurel, en el corazón de Logroño, no sabe lo que es el tapeo. La capital riojana atesora uno de los centros neurálgicos de esta costumbre con la que España ha revolucionado el mundo gastronómico. Aunque la ciudad tiene muchos más alicientes culturales y patrimoniales para dedicarle una escapada.
Muralla del Revellín
El lazo que envuelve al centro histórico y bien merece por sí misma una visita. De origen medieval, se complementa con el Cubo del Revellín, una fortificación ya renacentista, y la Puerta del Revellín, la única entrada a la antigua villa que se conserva. Una vez traspasada, nos podemos adentrar en la calle Portales, que debe su nombre a los soportales que ocupan buena parte de su trazado. Sus bares y tranquilas terrazas son otra de los lugares obligados para el encuentro y la charla amistosa.
Paseo del Espolón
Presidido por la estatua ecuestre del general Baldomero Espartero, es el centro social de la capital. Lugar de encuentro y de recreo, es el lugar ideal para palpar la vida de Logroño y el campo base para discurrir por todo el centro urbano.
Convento de la Merced
Podemos encontrarlo junto a la Muralla, un antiguo convento mercedario que hoy acoge el Parlamento de La Rioja. Edificado en el siglo XIII, fue reformado y ampliado y sobre la base original se levantó en el siglo XVI el edificio actual. Tras la desamortización de Mendizábal fue transformado sucesivamente en cuartel, hospital militar, almacén, prisión y fábrica de tabacos.
Iglesia de San Bartolomé
De estilo gótico, es otro de los atractivos para los amantes del patrimonio. Es, de hecho, el templo religioso más antiguo de la ciudad y merece una visita. En los alrededores vale la pena que nos detengamos en la plaza del Mercado y luego recorramos las calles Herrerías, Marqués de San Nicolás y Ruavieja, por donde discurre el Camino de Santiago. De su nombre dan fe los palacios medievales, como el de los Yanguas, que se puede visitar al acoger el Centro de la Cultura de La Rioja.
Puente de Piedra
El más emblemático de los cuatro que permiten cruzar el Ebro en Logroño. El original era medieval y se reconstruyó en el siglo XIX a imitación del antiguo al aparecer en el escudo de la ciudad y ser el punto de entrada del Camino de Santiago a la ciudad. Otra alternativa para cruzar el río es el Puente de Hierro, también del siglo XIX al más puro estilo Gustave Eiffel. Al otro lado se encuentra el Parque del Ebro, el particular Central Park logroñés, lugar idóneo para un paseo bajo la sombra de sus frondosos árboles de ribera.
Concatedral de Santa María de la Redonda
Otra de las joyas patrimoniales de la ciudad. De origen romántico, su planta actual es del siglo XVI, con construcciones y ampliaciones de los siglos posteriores. Sus dos torres barrocas son conocidas como las Torres Gemelas de Logroño y en una de sus capillas se encuentra la obra El Calvario De la Rioja, atribuida ni más ni menos que a Miguel Ángel.
El lugar más visitado de toda La Rioja. Un bar en cada puerta y una especialidad en cada bar. Es el lujar idóneo para pasear una tarde y hacer la primera incursión en la gastronomía riojana. Y, por supuesto, que no falten las bodegas en la tierra del vino. Podemos encontrar varias en el mismo centro de la ciudad, con tanta historia como modestia, pero sobre todo las encontramos en los alrededores. La oferta de tours organizados es diversa y bien se puede dedicar media jornada al turismo enológico.
Una bella ciudad española que debes visitar, al menos, una vez en la vida y no te arrepentirás.
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