martes, 4 de julio de 2023

Hatshepsut, la reina-faraón

 lechuzainquieta


Hija, esposa y madre de faraones, Hatshepsut supo imponerse en un imperio de faraones y protagonizar en pleno siglo XV a.c., uno de los reinados mas formidables el antiguo imperio egipcio

A finales del siglo XV a.C. nace en Tebas Hatshepsut, en el seno de la XVIII dinastía de Egipto, hija del faraón Tutmosis I y de la princesa Ahmose. Su nombre se traduce como “la primera de las nobles damas”, lo que parece un presagio de lo que posteriormente llegó a ser. Tras la muerte de su padre, Hatshepsut era la única descendiente del matrimonio real, ya que el resto de sus hermanos también habían fallecido. Esto trajo consigo un problema sucesorio, por un lado, Hatshepsut era la única descendiente con linaje real para suceder a su padre, se baraja la hipótesis de que incluso su padre pudo nombrarla su heredera en vida. Pero, por otro lado, era una mujer y el reino se heredaba de padres a hijos, no a hijas.

El debate llegó a su fin cuando se nombró sucesor a Tutmosis II, hijo de Tutmosis I y una de sus esposas menores, y éste contrajo matrimonio con su medio-hermana Hatshepsut, convirtiéndose ella en la Gran Esposa Real. De este matrimonio nació la princesa real Neferura. Al poco tiempo fallece Tutmosis II, volviéndose a enfrentar la dinastía a otro problema sucesorio. Por un lado, el matrimonio real no había engendrado descendiente varón y por el otro, los únicos descendientes varones del faraón Tutmosis II aún eran niños pequeños. Se designó sucesor a un hijo que el faraón tuvo con una concubina y que posteriormente sería conocido como Tutmosis III, Hatshepsut asumió la regencia ya que el faraón designado aún era un niño.

Al poco tiempo de comenzar su regencia, Hatshepsut llevó a cabo algunos cambios administrativos y dio cargos importantes a algunos de sus aliados para terminar proclamándose faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón, con la ayuda de sus aliados. El joven Tutmosis III no tuvo más remedio que asumir la proclamación de su tía como faraón, siendo ambos durante un tiempo faraones de Egipto. Hatshepsut reinó desde su proclamación como reina-faraón hasta su muerte 22 años después, y su reinado fue uno de los más prolíficos y pacíficos de la historia de Egipto.


La mayor parte de su reinado se dedicó a edificar y restaurar templos, sobre todo en Tebas. En esta ciudad edificó la Capilla Roja, dentro del templo de Amón en Karnak, donde también construyó los obeliscos más grandes edificados hasta la fecha. La culminación de su obra arquitectónica es aún visible en su necrópolis, el templo conocido como Dyeser-Dyeseru (el sublime de los sublimes) construido en Deir el- Bahari, en la orilla oeste de Tebas. En este templo hay una representación de la expedición a Punt que la reina-faraón ordenó con un doble objetivo, por un lado, afianzar lazos comerciales con los habitantes de Punt y por el otro la realización de un minucioso estudio sobre la flora y fauna de este exótico país.

Pero sin duda, lo más representativo de esta mujer es que, una vez alcanzado el poder se hizo representar en todos sus edificios y obras con los atributos propios de un hombre, portando el tocado nemes, la perilla propia de los faraones y la cobra uraeus. Es la primera mujer, que sepamos, que se hizo esculpir como esfinge. Este aspecto de la vida de Hatshepsut es uno de los más polémicos aún para la historiografía moderna ya que se desconoce el motivo por el que lo hizo. Las teorías más razonables sugieren que pudo tratarse de una forma de legitimar su poder, ya que las mujeres no podían desempeñar el papel de faraón, o incluso que decidió representarse con caracteres masculinos para legitimar su poder frente al pueblo, que en su mayoría era analfabeto, pero sí podían ver las representaciones de la reina-faraón en sus monumentos. Sea como fuere, Hatshepsut nunca ocultó su género en los papiros oficiales, pero sí en sus representaciones monumentales, y ese es el motivo por el que es conocida como “reina-faraón”. 

El otro gran misterio de la historia de Hatshepsut es que, tras su muerte, intentaron borrarla de la historia. Todas las imágenes en las que fue representada como reina no sufrieron daños, pero en las que era representada como faraón fueron destruidas. Quitaron el cartucho de su nombre y su imagen de los muros de Karnak, cubrieron los textos de sus obeliscos con piedras (motivo por el cual se han podido conservar en buenas condiciones) y arrojaron sus estatuas de Deir el-Bahari a un pozo.

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En la primera mitad del siglo XX los principales estudios justificaban esta destrucción de la memoria histórica de Hatshepsut alegando de ella que fue una usurpadora del trono, que le arrebató el poder a su hijastro Tutmosis III y que por eso éste se encargó de borrarla de la historia. El historiador W.C. Hayes, quien fuera director de las excavaciones en Deir el-Bahari en los años 20 y 30 del siglo XX, llegó a llamar a la reina-faraón “vanidosa, ambiciosa e inescrupulosa mujer”, convencido de que había usurpado el torno de Tutmosis III. Pero en los años 60 la tendencia cambió tras descubrir que la destrucción de los monumentos de Hatshepsut había comenzado 20 años después de que falleciera, probablemente en un intento de Tutmosis III de legitimar a su heredero Amenhotep II frente a otros posibles descendientes.

Esta gran mujer de la historia del Antiguo Egipto, y del mundo, pasó de ser olvidada por la historia a ser insultada y menospreciada para finalmente ser reconocida como una de las más grandes gobernantes y constructoras de Egipto. Pero no podíamos terminar este artículo sin mencionar el último gran misterio de la reina-faraón Hatshepsut, su paradero actual. En el año 2007 el Museo Egipcio de El Cairo presentó al mundo la momia de, la que probablemente sea, Hatshepsut. Después de una larga y profunda investigación no hay evidencia irrefutable de que esta momia sea la verdadera Hatshepsut, pero dada la evidencia de la que disponemos actualmente probablemente se trate de la momia de la mismísima reina faraón del Antiguo Egipto, Hatshpsut. ¿O tal vez no?


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