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Viajamos hasta Chile para descubrir un Parque Nacional de belleza majestuosa que nos reconcilia con la vida.
En la Patagonia chilena nos encontramos con una joya que cautiva a viajeros de todo el mundo gracias a su espectacular belleza. Hablamos del Parque Nacional Torres del Paine, que se erige como un monumento a la grandeza de la naturaleza.
Las Torres del Paine se compone de unos imponentes picos de granito que se elevan majestuosamente en el horizonte y son el emblema indiscutible del parque. Este conjunto de torres puntiagudas, que se elevan a casi 3.000 metros sobre el nivel del mar, ofrece un espectáculo que cambia a lo largo del día, gracias a las luces y sombras. Al amanecer, se muestran ante el viajero con tonos cálidos, mientras que cuando se pone el sol, las sombras dominan el ambiente.
Qué hacer en Torres del Paine
El acceso al Fin del Mundo, como se podrá imaginar el viajero, no es nada fácil, pero hay bastantes opciones tanto por vía aérea como marítima o terrestre. Para llegar al parque nacional, el mejor punto de partida es Puerto Natales, situada a 110 kilómetros al sur de la entrada al parque en Laguna Amarga, ya que desde allí salen autobuses y barcos para explorar la zona.
Para acceder a Torres del Paine se debe pagar la consiguiente entrada y su precio depende de varios factores. Hay diferentes tipos de acceso según si eres residente chileno o no, así como según la duración de tu estancia en el parque. Para las de menos de tres días, la entrada general cuesta unos 50 euros, mientras que, si compras el ticket para varios días, el precio baja a los 35 euros diarios.
Declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO y la octava maravilla del mundo en 2013, el Parque Nacional Torres del Paine fue fundado como Parque Nacional de Turismo Lago Grey en 1959, cuando la actividad principal de la zona era la ganadería y el turismo estaba relegado a unos pocos intrépidos.
Este santuario de biodiversidad cuenta con una extensión de 227.298 hectáreas en las que se pueden descubrir majestuosos macizos, lagos de color turquesa, icebergs, ríos, y bosques.
Hacer noche en Torres del Paine
Orientarse en Torres del Paine no es difícil, puesto que existe una extensísima red de senderos señalizados para que cualquier viajero, según sus condiciones físicas, opte por la mejor ruta posible.
Dentro del propio parque es posible alojarse, ya que cuenta con diferentes opciones; desde hoteles más grandes a la entrada, así como campings y refugios en su interior. Y, como recomendación, resulta indispensable reservar con antelación, puesto que en temporada alta (enero y febrero) puede ser complicado encontrar una habitación disponible.
Biodiversidad única
El Parque Nacional Torres del Paine no solo impresiona por su paisaje montañoso, sino también por su biodiversidad única. Los campos de hielo, bosques frondosos y lagos de aguas cristalinas crean un hábitat variado que alberga especies como el cóndor andino o el puma patagónico. La flora, por su parte, se adapta a las condiciones extremas de la región y se muestra con una amplia paleta de colores que van desde el verde intenso al blanco puro de los glaciares.
Senderismo en el Fin del Mundo
Para los amantes del senderismo, el Parque Nacional Torres del Paine es un auténtico paraíso. Ya hemos mencionado de pasada la numerosa red de senderos que alberga y, entre todos ellos, destacan los conocidos como W y O. Estas son las rutas más icónicas ya que permiten explorar los rincones más impresionantes del parque. La experiencia de caminar entre bosques milenarios, cruzar ríos de aguas cristalinas y contemplar glaciares es inigualable. Sin embargo, siempre conviene tener en cuenta el clima patagónico, ya que su imprevisibilidad hace que el día cambie en cuestión de segundos.
En definitiva, Torres del Paine es un enclave único y visitarlo supone una experiencia que deja una marca imborrable en el viajero. La naturaleza se presenta en todo su esplendor y nos ofrece un paisaje inolvidable en el extremo sur de Chile.
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