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Roma es un auténtico sueño. Visitar la capital italiana significa hacer un recorrido por más de dos mil años de historia a través de sus monumentos más emblemáticos como el Coliseo, el Foro Romano, el Partenón o la Fontana di Trevi. Pero más allá de los puntos más icónicos, la ciudad tiene muchos tesoros que pasan desapercibidos.
Por ejemplo, nadie se esperaría encontrar una pirámide en Roma, pero ahí está, a tan solo 20 minutos a pie del Anfiteatro Flavio. Esta llamativa construcción se levantó en el año 18 a.C. y ha llegado en perfecto estado hasta nuestros días.
La influencia de la arquitectura egipcia
Tras la muerte de Cleopatra en el año 31 a.C., el emperador Octavio Augusto conquistó los territorios de Egipto, lo que supuso una gran influencia para la arquitectura funeraria romana. Esta empezó a reflejar los modelos egipcios y se levantaron varias pirámides como tumbas para personalidades como de la época.
Hubo sepulturas de este tipo donde hoy se encuentran las iglesias gemelas de la Piazza del Popolo y en la Via della Conciliazione. Esta última fue conocida con el nombre de Meta Romuli, pero el Papa Alejandro VI Borgia la destruyó en 1499. Hasta la actualidad sí que ha llegado la de Cayo Cestio, que fue pretor y tribuno de la plebe, es decir, un magistrado que ejercía la jurisdicción en Roma. Asimismo, fue componente del Colegio de los Septemviri Epulones, el último de los cuatro colegios sacerdotales de la Antigua Roma. Estos se encargaban de organizar banquetes sagrados en honor a las divinidades.
La pirámide de Cayo Cestio
La pirámide Cestia, o pirámide de Cayo Cestio, se erigió en el 18 a.C. en la Via Ostiense, una larguísima carretera que conectaba la ciudad con el puerto de Ostia Antica. La estructura tiene una altura de 36,40 metros y una planta cuadrada con 30 metros por cada lado. Su exterior está revestido por losas de mármol y en sus fachadas se puede ver una inscripción que hace referencia a la pertenencia del magistrado al Colegio de los Septemviri Epulones y otra que indica que "los trabajos de construcción no podían durar más de 330 días, ya que de lo contrario la familia podía perder su patrimonio", tal y como detallan desde Turismo de Roma.
En el interior encontramos la cámara funeraria con su bóveda de crucería. Este espacio está pintado de blanco, solamente decorado con pequeños frescos de ninfas y victorias aladas que sujetan una corona y un cordón con las manos. En su origen, la obra se completaba con un recinto de toba y cuatro columnas alrededor de la pirámide.
Tiempo después de su construcción, en el año 271 el emperador Aureliano reforzó las defensas de Roma, levantando 19 kilómetros de murallas. Tal y como se puede seguir apreciando en la actualidad, la pirámide quedó insertada entre los muros. Por otro lado, durante la Edad Media se excavó un túnel para acceder y saquear el interior, lo que dañó severamente la estructura, destruyendo la urna cineraria y parte de la decoración.
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