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Se la conoce como la ciudad rosa por el brillo que desprende el ladrillo de sus fachadas cuando les da el sol, ¿se puede ser más apetecible? Sí, y te decimos cuándo y por qué.

Hay ciudades que lo tienen todo para cautivar de un solo vistazo. Y otras que, además de eso, esconden historias que las hacen todavía más bonitas, sobre todo cuando se vistan por primera vez. Le pasa a esta capital francesa, una de las más grandes del país (solo superada por París, Marsella y Lyon), apodada ‘la ciudad rosa’ (por el brillo que desprende el ladrillo de sus fachadas atardecer) y conocida por ser la cuna de la aviación francesa (pionera de la industria aérea incluso antes del nacimiento de Air France, en 1933).
Pero hay más, porque según cuentan las leyendas (y el Registro Civil), esta ciudad de altos vuelos presume de haber visto nacer al rey del tango, Carlos Gardel. Y es que, por mucho que duela a argentinos (e incluso uruguayos), su llegada al mundo no fue a orillas del río de la Plata sino del Garona, ese que divide Toulouse en barrios con personalidad propia y una identidad arrolladora más próxima al carácter mediterráneo que a la sofisticación aristocrática que desprende todo lo francés. Y no precisamente porque le falten motivos a esta ciudad medieval y de estética palaciega (se cuentan más de 200 palacetes) en la que, dicen, también nació el macaron. Pero vayamos por partes.

Los barrios más bonitos de Toulouse
Toulouse es una ciudad recomendable y manejable para recorrer a pie, al menos en su casco histórico, ese que transita desde los barrios del Capitole (en la zona centro) a Saint Georges, Carmes y Saint-Étienne, todos al este del Garona. De carácter universitario (las cifras oficiales hablan de más de 120.000), el ambiente callejero es apetecible y contagioso: desde plazas muy coquetas y terracitas al sol (la place Saint-Georges es el ‘place to be’ del momento), hasta mercados gastronómicos convertidos en el epicentro de la vida tolosana. Y en eso el de Victor Hugo es uno de los imprescindibles, una mole gris construida en clave brutalista a mediados del siglo XX, no exenta de críticas, claro: en su momento, a los vecinos les costó aceptar esa arquitectura tan racionalista en contraposición con las fachadas medievales de la ciudad. Además de puestos gourmet (el del afinador Xavier es de los mejores para comprar quesos), sus alrededores, tanto dentro como fuera del propio mercado, se han convertido en imprescindibles para salir de vinos y tomar el aperitivo cualquier día de la semana.
La ciudad de los anticuarios y los mercadillos vintage
Como sucede en toda Francia, si hay algo de lo que también puede presumir Toulouse, es de anticuarios y mercadillos vintage para encontrar piezas únicas, objetos curiosos y prendas de segunda mano. Con la diferencia de que en la ciudad rosa todo es mucho más fácil y desacomplejado (quizá porque su fama no es tan conocida como la de otras regiones del sur de Francia). En este sentido, Saint Étienne es el barrio con más anticuarios y brocantes (los alrededores de la place Saint-Scarbes esconde las tiendas más interesantes), y una vez al mes (el primer fin de semana, para ser exactos) celebra desde hace casi 40 años el Brocante des Allées, el mercadillo vintage más conocido de Toulouse. En sus más de cien expositores, instalados al aire libre en las avenidas ajardinadas del bouloevard Forain-François Verdier, junto al parque histórico Grand Rond (una preciosura decimonónica repleta de fuentes y esculturas), se pueden encontrar todo tipo de cosas: muebles contemporáneos y antiguos, cuadros y objetos decorativos, libros e incluso vestidos de alta costura.

Cuando cae la tarde, merece la pena salir de los callejones de la ciudad y dejar sus monumentos atrás (además del Capitole, la basílica de Saint-Sernin, el convento des Jacobins o el palacete D’Assézat) para poner rumbo al río Garona. Sus puentes y alrededores son miradores de excepción para disfrutar de ese momento mágico en el que los cielos de Toulouse se van tiñendo de rosa. Y si hay que elegir solo uno, que sea el Pont Neuf (curiosamente, el puente más antiguo de la ciudad’), uno de los favoritos de tolosanos y turistas que se sientan en el muelle de la Daurade para contemplarlo. El puente, de construcción renacentista (de ahí el apodo de nuevo, en contraposición con la historia medieval de la ciudad) y levantado en ladrillo rojo, es uno de los símbolos más conocidos de Toulouse. Combinar este momento con un macaron de Au Poussin Bleu, la histórica confitería que hizo el primer macaron de Francia (no, no fue en París), muy cerca del muelle es, posiblemente, la mejor manera de despedirse de la 'ciudad rosa' hasta la próxima vez.

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